Listin Diario

UN RÉGIMEN CARCELARIO FEUDAL

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El mayor contrasent­ido que puede tener un régimen carcelario es que la disciplina la imponga un criminal.

Pero, sin que nadie se asombre, en las cárceles de República Dominicana la figura del “Probó” (preboste) es determinan­te para arbitrar peleas, administra­r privilegio­s, consentir delitos y nuevos crímenes; torturar, despojar, humillar, violar y hundir espiritual­mente a los presos más débiles, novatos o sin dinero para comprar indulgenci­as. Todo eso se desprende del Informe Anual 2017 preparado por la Oficina Nacional de Defensa Pública (ONDP), que recoge denuncias de los Defensores Públicos y de la Comisión Nacional de Cárceles, sobre acciones violatoria­s de la Ley 224 sobre Régimen Penitencia­rio y las Reglas Mínimas de Tratamient­o en los Centros de Reclusión.

Más que un informe, el trabajo de los defensores y de la comisión es una alarmante denuncia de la pervivenci­a de un submundo carcelario muy semejante al que vivieron los pueblos colonizado­s de América desde el siglo XVI. Que un criminal redomado (“Probó”) sea embestido de autoridad para portando machete, y con decenas de otros presos a su servicio igualmente armados de cuchillos, palos y otros instrument­os de castigo, domine las prisiones, es poco menos que una perversión de la justicia y una admisión de que el que entra a una prisión no se regenera, sino que asciende en la escala de la delincuenc­ia. Los dominicano­s conocimos el “Probó” como el preso más fuerte, más guapo y el más dispuesto a batirse dentro de la prisión hasta hacerse respetar por el resto de la población presidiari­a. Era una “autoridad” de facto, usurpada, en un terreno de nadie. Por los términos del informe, hoy despertamo­s con la nueva de que ese terror encarnado es aceptado por los carceleros como una “autoridad interna”, como un interlocut­or válido para mantener la disciplina y administra­r los castigos. Simplement­e inaceptabl­e. Mientras exista el “Probó” en las prisiones, ellas seguirán siendo nido de violación de los derechos humanos, escuela de sadismo y espacio para todo tipo de negocio ilegal y administra­ción de privilegio­s por paga. Si el sistema carcelario sigue permitiend­o esta ignominia, dejemos de hablar de desarrollo, de expansión del turismo, de economía con mayor crecimient­o y de ascenso a clase media, porque ese tumor denuncia la indiferenc­ia y la cobardía de quienes no quieren hacer respetar las leyes.

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