San Juan Pablo II
de la Iglesia que actuaban en contra del Evangelio, tu deliciosa debilidad por los pobres, enfermos, y jóvenes; tu irresistible defensa a la vida, tu lucha incesante contra la guerra y el aborto tu consecuente búsqueda de la paz; fuiste un abanderado del ecumenismo, ayudaste a derribar la guerra fría, promoviste la familia, y muchas causas más. Lo que más hizo cautivar a las almas fue tu autenticidad sin dobleces, tu sentido del humor, tu sensibilidad extrema, tu infatigable trabajo apostólico que dio frutos innumerables que aún crecen después de tu partida.
Tu sonrisa, tu ilusión, tu fe en la humanidad. República Dominicana fue bendecida al recibir tu visita en tres ocasiones. Me detengo en la última, en la que te conocí, octubre 1992.
Viniste a celebrar dos grandes acontecimientos, el primero, los 500 años del descubrimiento y evangelizacion de América al cual lo describiste como el continente de la esperanza en la canonizacion de San Ezequiel Moreno en la explanada del Faro a Colón, y el segundo, la celebracion de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrado en Casa San Pablo, sede de los cursillistas donde tuve y aun tengo la dicha de servir.
Ahí me saludaste. Me estrechaste la mano sintiendo un gran calor no solo humano sino divino. Me impusiste tu mano en mi frente. Resumo, me bendijo un santo.
El pasado 22 de octubre la Iglesia celebró tu fiesta. Yo lo hice de forma especial. Fui a la capillita donde rezaste, en Casa San Pablo. Mi sagrario favorito.
Sé que Jesús aunque te tiene consigo tampoco olvida allí donde te arrodillaste a interceder por todos.
¡Sigue haciendolo! ¡lo necesitamos!