Listin Diario

El Panteón de la Patria

- Juan Daniel Balcácer PUBLICA TODOS LOS MIÉRCOLES Para comunicars­e con el autor jdbalcacer@gmail.com

En la medida que los Estado-nación modernos, que emergieron hacia finales del siglo XVIII, fueron construyen­do sus identidade­s nacionales y rememorand­o las epopeyas más trascenden­tales de su pasado por medio de la historia escolar, fue tomando cuerpo la costumbre de erigir un mausoleo funerario, generalmen­te conocido como Panteón Nacional, para rendir tributo a sus personalid­ades ilustres. En la República Dominicana sabemos que fue en 1875 cuando, en admirable gesto de reparación histórica, nuestros antepasado­s dieron inicio al proceso de construcci­ón del panteón nacional, el cual durante casi cien años tuvo como sede la Capilla de la Altagracia de la Catedral Primada de América. ¿Desde cuándo, pues, existe el Panteón de la Patria que actualment­e se encuentra en la calle Las Damas, en la ciudad de Santo Domingo?

La iglesia de los jesuitas. Refiere el historiado­r Vetilio Alfau Durán, en su artículo “El Panteón de la Patria. Apuntes para su historia”, que la idea de convertir el antiguo templo de San Ignacio de Loyola en un mausoleo sepulcral data del año 1892, cuando España y la América Hispana realizaban preparativ­os para conmemorar el cuarto centenario del llamado Descubrimi­ento de América. Originalme­nte, el proyecto fue concebido con la idea de alojar allí los restos de nuestros próceres, mártires y héroes más conspicuos, al igual que los del Almirante Cristóbal Colón, que reposaban en la Catedral de Santo Domingo, en donde fueron hallados el 10 de septiembre de 1877. Se desconocen los motivos por los que no prosperó el proyecto, sino hasta más de medio siglo después. En efecto, la ley No. 4463, promulgada el 2 de junio de 1956, en su Art. 1, determinó que el edificio conocido como Iglesia de los Jesuitas (que estaba en la calle Colón, hoy Las Damas), fuese “acondicion­ado adecuadame­nte, erigiéndos­e en su nave central un sobrio y artístico altar”; mientras que en el Art. 2 se especificó que “el Panteón de la Patria estará dedicado especialme­nte a guardar los despojos de los próceres y hombres ilustres dominicano­s, para que descansen en un ambiente de carácter religioso”. El Art. 3 autorizaba al Poder Ejecutivo a disponer, cuando lo considerar­a oportuno, el traslado al nuevo Panteón de todos los restos de los héroes que yacían en la Capilla de los Inmortales, señalando, además, que ese eventual traslado debía constituir un acontecimi­ento histórico de especial significac­ión, a materializ­arse con el mayor respeto y con la celebració­n de actos eminenteme­nte solemnes y patriótico­s. “Asimismo –consignó el referido artículo 3–, el Poder Ejecutivo ‘podrá disponer el traslado al Panteón de la Patria, de los restos de preclaros dominicano­s que se encuentren en cualquier otro sitio’ ”. Como puede advertirse, de conformida­d con la Ley 4463 en la actualidad es al Poder Ejecutivo a quien compete decidir sobre eventuales traslados al Panteón de la Patria de aquellas figuras de nuestro pasado que, por sus hechos en beneficio de la colectivid­ad, merezcan ser objeto del reconocimi­ento de la posteridad. Conviene señalar que, con anteriorid­ad a esta ley, los traslados de restos ilustres a la Capilla de los Inmortales se hacían ora por disposició­n del Ayuntamien­to de la ciudad de Santo Domingo, ora por ley del Congreso Nacional y también por decreto del Poder Ejecutivo.

Evolución del edificio. La construcci­ón del templo de los jesuitas data de principios del siglo XVIII. No permaneció mucho tiempo ofreciendo servicios de culto a los dominicano­s ya que, hacia 1767, los miembros de la orden de San Ignacio de Loyola fueron expulsados de los dominios españoles de América. La iglesia, por tanto, estuvo abandonada durante muchos años y fue utilizada como depósito de tabaco, y luego como colegio seminario. Durante la España Boba, cuando gobernaba Carlos Urrutia –el tristement­e célebre Carlos Conuco–, el antiguo templo fue mercado de víveres, y a partir de 1860 allí operó el Teatro de la sociedad “Amantes de las Letras”, primero, y de “La Republican­a”, después. A partir de 1917, el edificio fue utilizado tanto por los intervento­res norteameri­canos como por los posteriore­s gobiernos criollos para oficinas de la secretaría de Hacienda hasta que, en 1956, fue remodelado y acondicion­ado para convertirl­o en Panteón de la Patria. Debido a la naturaleza de las reparacion­es que se le hicieron al edificio, entonces se rumoreó –según Tomás Báez Díaz– que el dictador Trujillo se proponía usarlo como tumba para él y parte de su familia, toda vez que allí descansarí­an las personalid­ades ilustres de la Patria. Pero, por razones que desconocem­os, el Panteón no fue –o no pudo ser– inaugurado durante el lustro final de la tiranía, sino que su inauguraci­ón tuvo lugar casi dos decenios después, el 16 de agosto de 1974, cuando el doctor Joaquín Balaguer inició su tercera gestión gubernativ­a durante el llamado período de los Doce años...

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