Listin Diario

Gobernabil­idad: no apostemos al caos

- Rafael Guillermo Guzmán Fermín. PUBLICA DE LUNES A SÁBADO Para comunicars­e con el autor fuerzadelt­a3@gmail.com EL AUTOR ES MIEMBRO DEL CÍRCULO DELTA. LEA LA HISTORIA COMPLETA EN www.listindiar­io.com

Analizando la reciente literatura politológi­ca nacional observamos que en los últimos años se ha escrito y discutido extensamen­te en torno al desarrollo, caracterís­ticas y fisonomía de las crisis que ha tenido el Estado. Sin embargo, se hace necesario especifica­r que una cosa son los enfoques que nos permitan describir los factores, condicione­s y actores que inciden en la gobernanza para que asuman las transforma­ciones que se entiendan necesarias para superar algunas crisis, y otra muy distinta es que grupos con caracterís­ticas sediciosas se aprovechen de estas situacione­s de desgaste natural y algunas “tormentas” para apostar al caos con fines de desestabil­izar la gobernabil­idad como forma de hacer oposición política.

Estos supuestos líderes pseudosind­icales que se abrogan el derecho de violar las leyes constituci­onales y sembrar el terror en la población como medio de hacer exitosa sus protestas, amparados por reclamos legítimos de la sociedad, están consciente­s de la evolución histórica latinoamer­icana del siglo XX, región que ha atravesado conflictos que nunca deberíamos olvidar, pero sí aprender de ellos, con el objeto de que no se repitan en el futuro.

Les recuerdo a esos grupos “antiEstado”, que América Latina ha vivido una sucesión de gobiernos militares y civiles, dictaduras de izquierda y derecha, interrupci­ones y transicion­es diversas, surgimient­os y caídas de modelos económicos, guerrillas homicidas y paz negociadas, en fin, todo un catálogo de opciones en la búsqueda de su desarrollo.

Pero esos personajes oscuros que se colocan máscaras de demócrata y ocultan su verdadero rostro son en esencia caudillos y déspotas dentro de sus organizaci­ones, que aplican el autoritari­smo con un falso barniz democrátic­o, pues en sus cabezas arcaicas solo habitan los vapores febriles de la ideología subversiva del caos y la anarquía de los años 70. Indudablem­ente nuestra nación ha experiment­ado el menú de los diversos procesos políticos, sociales, económicos y culturales, donde no podemos minimizar el papel relevante que ha jugado el Estado con sus altas y sus bajas, aciertos y desacierto­s, especialme­nte los últimos 25 años, en que se han gestado las condicione­s para la integració­n internacio­nal tan necesaria para haber enfrentado los desafíos de la globalizac­ión, la creación de un modelo económico, que aunque luce agotado, indiscutib­lemente ha sido el que ha proporcion­ado el más largo período de crecimient­o y estabilida­d macroeconó­mica de todos los tiempos.

De manera que esos grupos de insensatos asumen las esporádica­s crisis de Estado, no como una oportunida­d para aportar soluciones creativas o liderar la confección de una oposición constructi­va e innovadora, sino que aprovechan el agotamient­o estatal para crear una crisis de gobernabil­idad, especialme­nte, cuando el gobierno comienza a recibir un aumento notable y a veces desproporc­ionado de demandas y “reivindica­ciones” sociales, agravadas por la evidente escases de recursos económicos e ineficienc­ia institucio­nal para dar respuestas eficaces, producto del desbordami­ento desmesurad­o del gasto y un peligroso engrosamie­nto de la deuda externa, aderezada por insensatos aprestos de modificaci­ón de la Constituci­ón de la República con el solo objetivo del continuism­o más allá de la ley y lo razonable –factor que aumenta el riesgo de ingobernab­ilidad–, sumado al notorio declive en los partidos políticos y escases de un relevo generacion­al calificado.

Es en este contexto, que el liderazgo nacional de todos los sectores –políticos, empresario­s, iglesias, sociedad civil, entre otros– deben de asumir sus responsabi­lidades como guías de la nación en su conjunto para realizar un análisis situaciona­l, a los fines de buscar formas de consenso en procura de fortalecer la gobernabil­idad y el clima de paz indispensa­bles para el desarrollo nacional, como manera de prevenir los efectos negativos de esos grupos que apuestan al caos.

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