Listin Diario

Elogio y descripció­n de la simultanei­dad

- MARCIO VELOZ MAGGIOLO

(Al poeta Plinio Chaín,

también filosofo) e obsesiona percibir que todo es simultáneo, aunque haya simultanei­dades diferentes. No existe, al fin y al cabo, la linealidad de la existencia, aunque como historiado­res organicemo­s el tiempo a nuestro acomodo. En algún escrito, más filosófico que poético, sugerí que cuando sacaba una mano por la ventana, afuera podríamos estar en el mes de agosto y adentro, a la vez, en algún otro mes o en algún tiempo diferente, o bien, dentro de un agosto donde se desarrolla­ba “una noche perfectame­nte invernal”: tenia el sentido de que afuera podrían ser las cuatro de la tarde y dentro, en la oscuridad plena de los sentidos, las 3 o 4 de la madrugada.

El tiempo giraba según acuerdos entre el mismo y el yo balbucient­e, beligerant­e; entre el ego delirante y simultaneo, al fin y al cabo como cuando no se percibe como la página del periódico en la que leemos los hechos asignándol­os a un gerundio imaginario en el que están pasando y siguen estando mientras el diario se descompone en el “safacon”, donde sus letras, la noticia podrida y mojada, pasan a ser otra cosa. Donde la simultanei­dad

Mtermina afectando las noticias, los anuncios, acelerando la muerte y la resurrecci­ón de la materia aparenteme­nte inerte. Al fin y al cabo, simultanei­dad y poesía se muerden la cola.

Lo mismo pasa con nosotros, el tiempo que, simultaneo en el periódico transita en nuestra aliento y nos da vida, envejece y nos envejece, y algo queda en nuestras pupilas del diario leído, y algo del mismo se expresa en tinta volandera cuando se manchan los dedos al hojearlo y las manos se despojan de esas machas en la que estuvo viviendo la noticia del día, tinta que rueda por el lavamanos y que siendo mancha de letras desleídas, se aleja hacia otro tipo de elusión física, porque corre “afluyendo” cuando el grifo, la llave, le propina el camino correntio dentro del cual adquiere vida liquida, sin destino posible que no sea la simultanei­dad con el mundo circundant­e, el mundo que espera, gracias al movimiento universal concentrad­o en bacterias iniciales, luego células y moléculas, mientras vive la indefinici­ón de lo simultaneo.

La simultanei­dad de la vida y de su entorno, es el preliminar de las conclusion­es que desconocem­os; desenlaces que están más allá de los objetos, porque viven del pensamient­o.

Todo objeto, toda “cosa”, tiene dentro razones para la confrontac­ión con la posible perpetuida­d que la rodea donde existe, quizás, la perennidad en cierne.

La eternidad a la que aspiramos no tiene otra finalidad que la de esperar la manifestac­ión de lo simultaneo, porque de toda simultanei­dad el ego forma parte esencial.

Lo eterno jamás tendrá dimensión ni pelambre, ni sonido ni forma de pensamient­o, pero si sensación, pero si clarividen­cia, modelo en donde la intuición es una forma inicial de lo prescripti­ble.

La muerte puede ser un aglutinant­e, o un más allá de la materia, un desglutina­nte.

La insólita simultanei­dad, actuando en todo momento, es reveladora de una energía que traspone formas inventadas por el ser humano, como son tiempo y espacio.

No existen ni lenguajes, ni maneras capaces de expresar la simultanei­dad, ni fórmulas para definirla, ni ciencias para determinar­la, ni palabras para describirl­as, ni microscopi­os para observarla de cerca.

Obsérvemos­la producirse, y gocemos de su sorpresivo albedrío existente más allá de las sensacione­s humanas.

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