Listin Diario

No lo invite

- ALICIA ESTÉVEZ PUBLICA LOS MIÉRCOLES + VIERNES Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com www.listindiar­io.com

Imagine que usted es diabético y cada diez u once meses se celebra donde vive una fiesta en la que todos los que le rodean le ofrecen dulces. Ya sean sus amigos, familiares o compañeros de trabajo. Además, si enciende la televisión o la radio, la publicidad también le invita a comer dulces. Y el propio Estado, de manera institucio­nal, liberaliza cualquier restricció­n hacia los productos que tienen azúcar. Sumado a que alimentos inocentes, que no tendrían por qué contener glucosa, resulta que están espolvorea­dos, bautizados o con un toque de ésta. Así que el esfuerzo que usted tiene que hacer en su vida diaria para no comer dulce se multiplica por cien en la misma dimensión en que aumentan las tentacione­s. Si no peca, es un héroe. Pero la mayoría no lo somos, así que si cada año durante dos o tres meses se declarara el momento para “comer dulces sin freno”, tal vez los diabéticos estarían en problemas. Como les ocurre a miles de alcohólico­s en cada Navidad. Para las familias con uno de sus integrante­s enfermo de este vicio, esta época no es la mejor del año. Es un momento crítico que puede marcar recaídas en un alcohólico que lucha contra su enfermedad y convertir la alegría en llanto. ¿Cuántos niños de este país asocian estas fiestas a peleas, gritos y hasta golpes entre sus padres? La imagen de la familia idílica, decorando el árbol o sentada a la mesa disfrutand­o de la cena de Nochebuena, está lejos de lo que se vive en muchos hogares dominicano­s donde los padres y esposos se salen de control por los excesos. Esto lo atestiguan melodías tradiciona­les, ¿recuerda el merengue que dice bebo sin parar la botella es mi amiga?, que también incitan a tomar sin descanso, sin respiro y hasta que el cuerpo aguante pero... ¿y si no aguanta? Hay tanta gente atrapada por el alcohol, una droga mucho más tolerada que las ilegales y que, sin embargo, destruye muchos más vidas. Todos los miembros de una familia donde hay un alcohólico se enferman. Y muchos recuerdan con tristeza las navidades de sus infancias. En algunos casos, después de adultos, esos niños marcados caen en una depresión aparenteme­nte inexplicab­le mientras el resto del mundo baila y celebra. Si no quiere ser la causa de esa tragedia para ningún ser humano, le invito a celebrar sin provocar dolor. Y, si conoce a alguien que tenga problemas con la bebida, regálele de Navidad su respeto a su decisión de no tomar, no lo invite, o lo empuje, hacia el primer trago.

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