Listin Diario

Tres asombrosas buenas noticias

(( Dios ofrece a los suyos amor, compañía y paz. Los que han confiado en estas promesas tienen la facultad de vencer el miedo y la tristeza.

- Luis García Dubus Santo Domingo

Amigo, no se asuste con lo que le voy a contar. Es algo serio, muy serio. Y si usted logra no asustarse, puede que le enseñe tanto como a mí.

Sucedió estando yo, junto a algunos amigos, haciendo una visita muy singular. Digo singular porque solo una o dos veces al año se permite visitar a monjas de clausura.

Ellas eran unas veinticinc­o, y estaban sentadas frente a nosotros conversand­o muy animadamen­te.

“Hay una de nosotras que está enferma”, dijo la que servía de vocero.

“¡Ah, caramba!, y ¿no está aquí?”, recuerdo que dijo uno de nosotros.

“¡Oh, sí!”, respondió ella. Y, dirigiéndo­se a alguien que estaba detrás, dijo: “¡Párate, Carmencita, para que te conozcan!”.

Carmencita lucía de 21 años. Era una muchacha muy linda, de cabellos muy negros y ojos vivaces. Pero lo que más me llamó la atención fue su sonrisa. Se notaba claramente que era la expresión de una auténtica alegría interior.

Me extrañó que aquella fuera la enferma, y me atreví a preguntarl­e: “¿Qué tienes?”.

Su sonrisa pareció ampliarse, cuando contestó con toda sencillez, y con la entonación de quien está informando sobre algo que no merece ninguna preocupaci­ón: “¡Cáncer!”.

Aquella respuesta me conmovió tremendame­nte. Estaba frente a algo que no podía comprender.

¿Dónde estaba la angustia? ¿Dónde estaba el miedo? ¿Qué había pasado con la protesta y con la tristeza?

Perdone, amigo, si esta historia ha resultado para usted demasiado impresiona­nte. Recuerde que comencé pidiéndole que no se asustara. Siga leyendo, que ahora viene lo bueno.

La explicació­n de aquella alegría incomprens­ible aparece en las tres asombrosas buenas noticias de la misa de este domingo.

En la primera de ellas, Dios nos dice a usted y a mí: “Regocíjate, no temas, yo te amo, estoy contigo” (Sofonías 3,14-18).

La segunda buena noticia es tan rica que no resisto el deseo de copiarla íntegramen­te para usted. Dice así: “Como cristianos, estén alegres, se lo repito, estén alegres. Que todo el mundo note lo compresivo­s que son”.

“El Señor está cerca, no se angustien por nada. En lo que sea, presenten a Dios sus peticiones con esa oración y esa súplica que incluyen acción de gracias. Así (aquí viene la tercera), la paz de Dios, que supera todo razonar, custodiará su mente y sus pensamient­os por medio del Mesías Jesús” (Filipenses 4,4-7).

Fíjese bien:

• No temas, yo te amo, estoy contigo…

• Estén alegres, no se angustien por nada…

• Mi paz supera todo razonar… Los que, como Carmencita, han escuchado y confiado en estas tres buenas noticias tienen la facultad de poder vencer el miedo y la tristeza, y el privilegio de haber absorbido la alegría de Dios.

“El Señor será el Rey en medio de ti, y ya no temerás ningún mal”, profetiza Sofonías (3,15).

Dígame, amigo o amiga, ¿acaso no ha sucedido eso ya para usted y para mí con la llegada de Jesucristo? ¿Acaso no nos han entregado ya estas asombrosas buenas noticias?

Pregunta de hoy

¿Qué tenemos que hacer?

Le voy a dar dos respuestas muy sencillas:

1. Haga algo por alguien sin que él o ella pueda saber quién fue. “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”.

2. Crezca en sobriedad. No reclamando sus derechos. “Él, siendo de condición divina, no reclamó sus derechos y se hizo uno de tantos”.

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