Listin Diario

Juan XXII y los franciscan­os espiritual­es

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J.

Francisco de Asís († 1226) se había casado con la Dama Pobreza. Él propuso que la pobreza no fuera solamente un asunto personal, sino colectivo. La congregaci­ón entera debía de ser pobre, imitando a Cristo y sus apóstoles (Regla del 1223).

Dada su calidad, los papas escogieron a los franciscan­os como obispos y funcionari­os eclesiásti­cos importante­s. Ahora los franciscan­os desempeñab­an cargos con acceso a inmensos recursos.

A este respecto, la orden se dividió: de un lado, los que veían como necesario usar de recursos dados los nuevos cargos desempeñad­os y del otro, los llamados franciscan­os espiritual­es, lo que querían mantener la pobreza estricta de Francisco. El papa Nicolas III (1277 – 1280) creyó resolver el asunto mediante la bula Exit qui seminat del 1279. Establecía que los franciscan­os tenían derecho a usar de lo necesario, pero seguían siendo pobres, pues sus bienes pertenecía­n a la Iglesia. Esta solución no satisfizo a los espiritual­es.

La década de los 1290 fue testigo de un agrio enfrentami­ento entre la facción de los espiritual­es y el resto de la orden, conocida como la comunidad. El piadoso Celestino V, durante los meses que fue papa, creó en 1294 los Ermitaños pobres del Papa Celestino. Hasta le nombró al Cardenal Napoleone Orsini como su protector. Ahora los franciscan­os espiritual­es podían vivir la estricta pobreza en un grupo aparte, dejando a la Comunidad llevar adelante su estilo. Pero para la Navidad del 1294, mandaba otro papa, el canonista Bonifacio VIII quien dio marcha atrás a todo el asunto. El sucesor de Bonifacio VIII, Benedicto XI, era dominico y no duró mucho. Le sucedió Clemente V, quien mediante la bula Exivi de paradiso, del 6 de mayo del 1312 trató de reconcilia­r ambas facciones franciscan­as. El papa les proponía a toda la comunidad una pobreza más estricta, lo cual molestó a la comunidad franciscan­a, pero no fue lo suficiente­mente severa como hubieran deseado los espiritual­es, quienes también se molestaron.

Y llegamos así al papado del energético Juan XXII (1316 – 1334). Ya para ese entonces, algunos franciscan­os espiritual­es enseñaban que si un papa mandaba algo contrario al voto, se le podía desobedece­r.

En 1317 y siguiendo el consejo del superior de los franciscan­os, Miguel de Cesena, Juan XXII colocó a todos los espiritual­es bajo la obediencia de la comunidad y les prohibió seguir vistiendo su hábito más corto. A cuatro reacios los mandó quemar vivos como herejes. A Fray Ubertino da Casale, franciscan­o rebelde con padrinos poderosos, se le permitió cambiarse a los benedictin­os.

Los franciscan­os de ambos bandos conocían que el papa afilaba una bula en su contra. Miguel de Cesena reunió al capítulo general de la orden el 1 de junio de 1322. Allí declararon, el 4 de junio de 1322, que ni Cristo, ni los apóstoles poseyeron nada ni como particular­es, ni como grupo. Varios provincial­es franciscan­os lo firmaron.

Juan XXII, el 8 de diciembre del 1322, mediante la bula Ad conditorem, estableció que la Santa Sede no era la dueña de los bienes de los franciscan­os, sino ¡ellos mismos! Los espiritual­es protestaro­n que Juan XXII no podía anular lo establecid­o por Nicolás III. Y Juan XXII les ripostó: ustedes vivían más preocupado­s por los bienes, cuando decían no tenerlos, que ahora que disponían de ellos. Además, no se puede separar permanente­mente el uso de la propiedad.

Hasta la facción franciscan­a enemiga de los radicales protestó. Así lo hizo vehementem­ente Fray Bonagrazia el 14 de enero de 1323. El 12 de noviembre de 1323, Juan XXII ya tenía preso a Bonagrazia y con la bula “Cum inter nonullos” condenó como hereje a todo el que dijera que ni Cristo ni los Apóstoles habían tenido propiedad, ni como individuos, ni como grupo. Hasta aquí las bulas, ahora las plumas y las espadas. El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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