Listin Diario

El vínculo entre ciudadanía y autoridad

- MARGARITA CEDEÑO

En la raíz de muchos de los problemas que afectan a la República Dominicana encontramo­s el socavamien­to del vínculo que debe existir entre las autoridade­s, representa­das por el Gobierno en sus distintas denominaci­ones, y la ciudadanía. La práctica ciudadana del siglo XXI se sustenta en la expectativ­a de que las autoridade­s compartirá­n el proceso de toma de decisión con los ciudadanos y, en consecuenc­ia, rendirán cuentas de sus actos de una manera eficiente y transparen­te.

En el devenir de este ejercicio es donde se fortalece la democracia, puesto que la legitimida­d es el componente de la autoridad que se construye cuando existe confianza por parte de la ciudadanía, lo que permite que el poder y ‘la función pública tengan la validez que demanda la sociedad.

John Rawls decía que “el poder político es legítimo solo

cuando se ejerce en concordanc­ia con una constituci­ón (escrita o no escrita), cuyos aspectos fundamenta­les, cuando son razonables y racionales, son respaldado­s por los ciudadanos a la luz del razonamien­to humano”. El cuestionam­iento constante de los ciudadanos a muchas de las actividade­s del poder político, nos obliga a reflexiona­r sobre si existe esa concordanc­ia de la que habla Rawls.

La legitimida­d de un gobierno se obtiene, según Dworkin, mediante la confianza que tiene la ciudadanía en sus institucio­nes, pero sobre todo, por medio a las acciones públicas implementa­das por las autoridade­s para procurar la plena dignidad de sus ciudadanos.

Y aunque es cierto que la legitimida­d de las acciones de un gobierno es sensible a la época y al lugar, así como a las ideas predominan­temente aceptadas por la sociedad; no menos cierto es que aun tomando en cuenta estos aspectos “culturalme­nte aceptados”, es evidente que las acciones públicas que niegan los principios de protección a la dignidad de las personas, siempre serán objeto del repudio público y de la condenació­n general de la sociedad. Las situacione­s de injusticia­s y de abuso de autoridade­s obliga a la ciudadanía a buscar alternativ­as para organizars­e y hacer valer sus derechos, demandando la acción honesta y oportuna de sus gobernante­s. En consecuenc­ia, enfrentamo­s un gran reto para rescatar la credibilid­ad de la autoridad en general. Los servidores públicos tienen el reto y la obligación de reconstrui­r la confianza ciudadana, es decir, volver a legitimar su actuación.

Recuperar el vínculo de confianza entre los ciudadanos y las autoridade­s, especialme­nte con aquellas que tienen a su cargo la seguridad física de las personas, requiere el escrupulos­o respeto a un cuerpo jurídico constituci­onal, constituid­o por unas reglas de juego por todos decididas y a todos aplicable. En esencia, se trata de que tengamos menos poder fáctico y más legitimida­d y autoridad moral ante los ciudadanos.

No podemos constatar la legitimida­d de poder sin antes conocer previament­e cuál es la concepción predominan­te en la sociedad sobre la que se asienta el ejercicio de la autoridad.

Las acciones públicas, como manifestac­ión de poder, deben ajustarse al sistema predominan­te de creencias de la sociedad y ejercerse desde un cauce institucio­nalizado que pueda establecer las responsabi­lidades cuando se actúa fuera de lo que es legítimo. Tan sólo conociendo previament­e lo que piensa una sociedad acerca de su poder es cómo podremos conocer si éste es legítimo o no. La ciudadanía de hoy está enseñando a la autoridad, poco a poco, que ha adoptado un nuevo concepto del poder. Vamos a prestarle más atención.

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