Como que parece igual
Entre los partidos que ahora constituyen colectivos no se cuenta ninguno nuevo, excepto La Fuerza del Pueblo, que como fuerza y como pueblo era PLD y ganó las pasadas elecciones.
¿Qué cambia ahora que se habla de mejor perspectiva o se da cuenta de situaciones y condiciones que garantizan que el oficialismo no superará la prueba de febrero y mayo del 2020?
Tal vez las ganas, el deseo.
La dispersión es más o menos la misma y la votación no puede decirse que sea mayor, pues como ocurre en el deporte, el rendimiento del jugador se conoce después de la temporada.
En el caso los partidos, transcurridas las elecciones.
La experiencia conviene verla en su justa dimensión, de manera que ni se peque de mezquino, pero tampoco de exagerado.
Esas fuerzas que ahora entran a juego, crearon una especie de frente político después de los pasados comicios. Entonces se pensó que estaban fuera de tiempo.
Que el “fait accompli” francés o el “palo dao” dominicano no había manera de alterarlos. Y ni Dios en su infinita bondad podía quitarlos.
Que si lo hubieran hecho antes, y con criterio electoral, otro gallo hubiera cantado. El afán fue inútil, pues ese conglomerado no logró un solo resultado.
La Junta Central Electoral, Tribunal Superior Electoral, Tribunal Superior Administrativo, Tribunal Constitucional y Suprema Corte de Justicia fueron obras de una sola voluntad, aunque con testigos de piedra de la oposición.
La coalición es buena, pero no suficiente. El panorama es de segunda vuelta, pero ese cálculo se hace en función de gobierno y no de oposición.
No se piensa en la posibilidad de que los dos puestos de segunda vuelta sean ocupados por las alianzas de oposición, y que el oficialismo sea público de gradas.
Los analistas, aun cuando reconocen las muchas dificultades, no aprecian en el gobierno desgaste de una magnitud que lo excluya de la contienda fundamental.
El suyo será el candidato a vencer, y