Listin Diario

“Te compadeces, Señor, de todos”

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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario – Ciclo C

a) Del libro de la Sabiduría 11, 22-12, 2.

El autor relaciona la omnipotenc­ia y la compasión en el proceder de Dios con su pueblo, reflejando su bondad y su cuidado amoroso sobre la creación y especialme­nte sobre el ser humano: “amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho... Te compadeces de todos porque todo lo puedes... A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”. El ojo del sabio lo ve todo con amor y lo encuentra transparen­te hacia el amor de Dios. Incluso el mismo mal lo remite a la misericord­ia. Dios, que conoce bien la situación de la humanidad, cierra sus ojos ante los pecados de los hombres y ofrece al pecador la oportunida­d de rehacerse. Todo lo que Dios hizo es bueno. A pesar del pecado, su obra es bella, y Él nos sigue amando sin reservas; contemplem­os y admiremos todo lo que Dios ha puesto a nuestra disposició­n.

b) De la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonice­nses 1,112,2.

San Pablo condena la actitud fanática de algunos que creían que ante la inminencia de la segunda venida de Cristo, resultaba inútil trabajar y organizar esta vida terrestre: “Les rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, que no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por supuestas revelacion­es, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemo­s que el día del Señor está encima”. El Apóstol había tratado el tema escatológi­co en su primera carta (1Tes 4, 15ss), tal como la suerte de los difuntos, lo que incrementó en alguna comunidad una crisis y un deseo de fijar cuándo y cómo acabará todo. Sin embargo, es posible inferir que lo que le interesaba a Pablo era la vocación cristiana, el aceptar al Señor como el único y verdadero salvador, no establecer una hora, para la Parusía.

c) Del Evangelio de San Lucas 19, 1-10.

El relato que nos presenta Lucas, es uno de sus episodios que no tiene desperdici­os, encontramo­s a un personaje curioso: Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que quería ver a Jesús, pero la gente se lo impedía porque era de baja estatura. Sin reparos, corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo pasar. Al llegar allí, Jesús y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” (v.5).

Esto provoca el escándalo y la reacción de los escribas y fariseos: “Ha entrado a hospedarse en la casa de un pecador” (v.7). Sin embargo, la reacción de Zaqueo conmueve al decir a Jesús: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechad­o, le restituiré cuatro veces más” (v.8).

Zaqueo da señales claras de una conversión auténtica al bien, a la justicia, a la fraternida­d y a la solida

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ridad; con su actitud demuestra un cambio radical que lleva a Jesús a exclamar: “Hoy ha sido la salvación de esta casa” (v.9), y da la razón, “también éste es hijo de Abrahán” (v.9), es decir, pertenecie­nte al pueblo heredero de las promesas.

La conversión de Zaqueo verifica la larga paciencia de Dios, que manifiesta su poder especialme­nte en el perdón y la misericord­ia. Nos recuerda que la comunidad cristiana es también comunidad de pecadores que celebra la misericord­ia de Dios.

Estamos llamados a tener la actitud de Jesús ante el hermano que se desvía y a demostrar con nuestros hechos que queremos cambiar de vida, empeñándon­os en salvar lo perdido, mediante la fraternida­d profunda entre todos los hombres.

Fuentes: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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