La represión actual irrita a los rusos
PSKOV, Rusia — Después de que un adolescente se hizo estallar dentro de una sede de la policía secreta rusa, cerca del Círculo Ártico a finales del año pasado, una periodista independiente, a cientos de kilómetros al sur, llegó a una conclusión que consideró “obvia” en su comentario semanal por radio.
Su conclusión —que la represión implacable de las fuerzas de seguridad rusas está radicalizando a la juventud rusa— ahora tiene a la periodista Svetlana Prokopyeva, enfrentando hasta siete años de cárcel por “incitar públicamente al terrorismo”.
El propio Consejo de Derechos Humanos del Kremlin manifestó que ella había estado intentando explicar las fuerzas que impulsan a la gente a cometer actos extremos, tratando de fomentarlos.
El caso añade un cariz a las acciones cada vez más asertivas de un aparato de seguridad, aparentemente resuelto a demostrar a los críticos más severos del Kremlin, que tienen razón cuando señalan que Rusia ha dado un giro peligroso, mientras que el presidente Vladimir V. Putin cumple lo que se supone es su último periodo. Está previsto que deje el poder en 2024.
El nerviosismo resultante, exacerbados por el estancamiento económico y las protestas pequeñas, pero generalizadas que surgieron este verano, han dejado a los organismos rusos, encargados de hacer cumplir la ley, luchando para demostrar su temple, contra las amenazas potenciales y asegurar su futuro en un país, al que ven como una fortaleza sitiada por enemigos en casa y en el extranjero. Los organismos encargados de hacer cumplir la ley llevaron a cabo redadas a nivel nacional, a finales del mes pasado, contra los medios de comunicación críticos del Kremlin y en las casas y oficinas de personas afiliadas al líder de la oposición, Aleksei A. Navalny.
Pero, como señaló Prokopyeva, la represión a menudo ha propiciado disgustos y más disturbios. Cuando los hombres armados con hachas en mano y respaldados por los policías antimotines disolvieron una pequeña protesta en Siberia,
en septiembre, por el trato a un chamán, su violenta acción desató la efusión de ira más grande en años, cerca de la frontera con Mongolia. “Su lógica es la misma que la de los terroristas: desean infundir miedo”, dijo Lev Shlosberg, integrante del consejo de la región de Pskov. “Al enviar solo a una persona a la cárcel pueden aterrorizar a un millón más”.
Maxim Kostikov, editor en jefe de la estación de radio en Pskov, que transmitió el comentario de Prokopyeva en octubre, indicó que la decisión de procesar a la periodista de 40 años no tenía sentido.
Estimó que, “quizá, 300 o 400 personas” habían escuchado la trasmisión original y, tal vez, unos cientos más habían leído el texto del comentario de Prokopyeva, en un portal de noticias de Pskov. Ahora, gracias al caso penal contra ella, “todo el mundo sabe lo que escribió Svetlana”.
Cuestionado sobre el caso, el vocero de Putin, Dmitri S. Peskov, señaló que el mandatario “por supuesto está enterado de ello, pero esto no es un tema para el presidente”.
Prokopyeva señaló que creía que el caso había sido impulsado tras bastidores, por el Servicio Federal de Seguridad, conocido por sus iniciales rusas FSB, que es responsable de combatir el terrorismo.
El motivo de la agencia era simple, señaló Prokopyeva: “venganza” por haber sugerido que el sistema de seguridad de Rusia está provocando los delitos que se supone debe prevenir. En su texto, la periodista comparó al adolescente suicida con los jóvenes rusos que se unieron al grupo anarquista Voluntad del Pueblo, responsable del asesinato del Zar Alejandro II en 1881.
En el último año, al menos nueve personas, además de Prokopyeva han enfrentado cargos delictivos por comentarios que hicieron sobre el adolescente Mikhail Zhlobitski, de 17 años, que se hizo estallar.
Prokopyeva dijo que Zhlobitski era una advertencia de que las autoridades necesitan atender. “El Estado despiadado dio origen a un ciudadano que hizo de la muerte su argumento”, escribió, señalando que las autoridades habían cerrado caminos pacíficos de disensión para la gente joven. Aclaró que no quería que otros siguieran el ejemplo del adolescente: “Esperemos que él sea una excepción”.
El Consejo de Derechos Humanos de Putin señaló en un comunicado que había “estudiado cuidadosamente” el texto de Prokopyeva y “no se vio en él ninguna señal de justificación de terrorismo”.
Denis Kamalyagin, editor de Pskovskaya Guberniya, periódico independiente de Pskov, dijo que el caso “no es una señal de lo fuerte que se sienten nuestras autoridades, sino de su debilidad. No pueden actuar como un gobierno europeo normal. Todo lo que pueden hacer es atemorizar a la gente”.
Incluso esto, añadió, ya no funciona.
“Han creado una nueva generación que ya no les tiene miedo”, señaló.
En el ocaso de la era Putin, los disidentes están en la mira.