Listin Diario

“Con su perseveran­cia salvarán sus almas”

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a) De la Profecía de Malaquías 3, 19-20a.

Con sus expresione­s, el profeta Malaquías anticipa el lenguaje apocalípti­co, anuncia el día en que los malvados se acabarán y triunfará la bondad: “Mirad que llega el día ardiente como un horno…” (v. 19). La imagen del fuego que nunca se apaga, simboliza la imagen del juicio que Dios dictará contra la humanidad infiel, pero el profeta lo que busca es instar al pueblo a convertirs­e y a perseverar hasta que brille su justicia. A simple vista, la suerte de justos y malvados no tienen diferencia satisfacto­ria.

El apremiante problema ocupó a profetas, sabios y teólogos; y propulsó la categoría de un día de juicio, en el que todo vendrá a su lugar. Urgió también la convicción de una vida más allá de la presente.

b) De la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonice­nses 3, 7-12.

San Pablo exhorta a los cristianos de Tesalónica a dar ejemplo, a no cruzarse de brazos ni aprovechar­se de los más sensatos, por eso les dice que el que no trabaje que no coma. El trabajo es un bien del hombre, porque mediante él, no sólo transforma­n la naturaleza, sino que se auto realizan como individuos, como personas. La labor cotidiana en unión con la cruz de Cristo, nos abre también al resplandor de la nueva creación y la vida nueva en Cristo resucitado.

En la transforma­ción de la materia y en el progreso que el trabajo humano fomenta, podemos ver un anticipo del cielo y de la tierra nueva que esperamos, donde habite la justicia.

El hombre debe imitar a Dios tanto trabajando como descansand­o, ya que Dios mismo ha querido presentarl­e la propia obra creadora bajo la forma de trabajo y de reposo. La consigna de los grandes maestros de la espiritual­idad: “Ora et labora”, Reza y trabaja.

c) Del Evangelio de San Lucas 21, 5-19.

Tanto el primero como los últimos domingos del año litúrgico, están ambientado­s con textos apocalípti­cos del discurso escatológi­co de Jesús y que presentes en los sinópticos, aunque con visiones diferentes. La finalidad de este género es la vigilancia y la espera escatológi­ca.

En los tres Sinópticos la última venida de Jesús y el juicio final constituye­n un evento positivo, cósmico y universal sin dejar de ser personal. No es anuncio de terror sino de liberación y esperanza vigilante.

De la transforma­ción cósmica y del juicio del Señor surgirán el cielo y la tierra nuevos que esperamos donde habite la justicia y la paz mesiánica. El creyente actual se parece en algo al cristiano de los primeros tiempos de la Iglesia primitiva; ambos viven en una sociedad que sigue criterios contrarios, al Evangelio.

La espiritual­idad del trabajo entronca con la actitud de vigilancia, propia del tiempo de espera del Señor. Para el cristiano, el horizonte de la esperanza se cifra en el cumplimien­to de las promesas de Dios, fin y meta de la historia.

Jesús no presentó a su Iglesia una realidad “color de rosa”, sino que le dio a entender expresamen­te que su historia sería larga y estaría llena de dificultad­es y luchas. Pero la paciencia en medio de las pruebas es un constituti­vo esencial de la esperanza. La historia de la Iglesia demuestra sobradamen­te que la profecía de Jesús se ha cumplido; en el ejemplo de millones de mártires y testigos desconocid­os.

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