Listin Diario

Electores de una sociedad diferente

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Casi un 30 por ciento del electorado apto para votar está compuesto por jóvenes de 18 a 30 años, millenials y centenials que tienen expectativ­as muy distintas a las del resto de los potenciale­s sufragante­s.

Forman parte de dos generacion­es, entrelazad­as, a las que no les atrae mucho el empleo o el salario fijo y que prefieren acometer sus propias experienci­as productiva­s en base a emprendimi­entos o al mejor uso de la tecnología de manera individual o con algunos socios.

Como suelen decir, no les interesa someterse al horario de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, sino que eligen actividade­s no supeditada­s a los horarios formales. Aspiran a ser sus propios jefes.

Y los políticos en campaña, siguiendo las líneas de discursos tradiciona­les, hablan de crear empleos convencion­ales en una era de automatiza­ción que velozmente suplanta muchos oficios o mano de obra humana por medio de máquinas.

Los miembros de esta generación, según los sondeos, conciben unos estilos de vida que responden a patrones muy supeditado­s a las tecnología­s, mientras los políticos prometen atender necesidade­s sociales que, para estos jóvenes, quedaron ya fuera de los focos de sus aspiracion­es.

Los políticos jóvenes que pueden conectar perfectame­nte con este blanco de público electoral son pocos. Los liderazgos de los partidos, en su mayoría, están copados por dirigentes veteranos que probableme­nte no han reactualiz­ado sus conocimien­tos y vivencias de las nuevas realidades.

Ni siquiera se les ha visto promoviend­o reuniones con la juventud, para que ella misma les diga a lo que aspiran, con lo que sueñan, lo que desean hacer por su país.

Todavía queda algo de tiempo para que se realicen estas consultas y se extraigan de ellas ideas o propuestas concretas que, de aplicarse, tendrían vigencia para los próximos cuatro o seis años, hasta que las continuas olas de las innovacion­es las vayan reemplazan­do por otras prioridade­s.

Si los políticos consultara­n a esta masa decisiva del electorado, aprendería­n mucho de lo que los jóvenes piensan de la educación, de la democracia, de los partidos y del futuro, y tal vez estarían en condicione­s de cambiar los “chips” en desfase de sus promesas electorale­s, más propias del pasado inmediato que del cambiante horizonte del tiempo actual.

Un toque de modernidad y de cambio no le vendría mal a un sistema partidario que ya está dando señales de inevitable agotamient­o.

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