No es lo mismo de ayer

El Leonel Fernández de estos días no es el mismo de campañas anteriores, cuando ganó tres elecciones nacionales y se le tenía coEmo

invicto, adentro y afuera. Y no solo como candidato, también como persona. Aparenta relajo, pero no lo es. Sansón tenía la fuerza en el cabello y Fernández la suya, al parecer, en el bigote. Desde que se lo quitó hasta el temperamento le cambió.

Un hombre manso, calmado, comprensivo, amaneció un día león, y con el carácter más fiero de la selva. Ese grito de guerra de que “en cualquier circunstancia…” fue su perdición. Fue para alante, como decía la consigna, pero igual que el hombre que tropieza y cae de mala manera. La votación en la interna fue buena, solo que no llenó sus expectativas avasallantes.

El fantasma de los millones de firmas fue como una sábana blanca tendida al sol y de la que dispone un golpe viento. No pudo votar aun cuando las primarias eran abiertas. Verdad de a puño.

Fernández en el PLD era una potencia innegable, y la votación alcanzada en la consulta lo confirma. Aunque nunca como proclamaba. El dato siniestro es que no todos los que le votaron el 6 de octubre, o lo seguían y apoyaban en el partido, aprobaron su aventura y decidieron acompañarlo a La Fuerza del Pueblo. Las encuestas propias y ajenas registran un bajón para llorar ante la leche derramada. Aunque no tanto como sucede en la realidad. Existe un afán, como parte de una estrategia de sociedad civil, de mantenerle a Fernández -- de manera artificiosa -- determinados niveles de simpatía.

El columpio de la política, el mismo del parquecito de niños, ilustra la situación. Si Fernández baja, Gonzalo Castillo sube, y si Castillo sube, se acerca a Luis Abinader.

Un juego incierto en que primera y segunda vueltas se dan a la par, pues los interesados no quisieran, incluso temen, los recursos del Estado en una segunda ronda.

Habría cúmulo de votos a favor de la oposición, pero con el gobierno nunca se sabe.