Listin Diario

Muchos buscan salir de Hong Kong

- Por ALEXANDRA STEVENSON

HONG KONG — A donde quiera que Ivan Lam mire, ve su posible futuro.

En los noticieros, ve a la policía de Hong Kong golpeando a los manifestan­tes. Observa a los manifestan­tes enmascarad­os prometiend­o seguir la lucha. Lee informes sobre el poder creciente del Partido Comunista chino y su campaña para encerrar a los musulmanes.

Las webs de conspiraci­ón murmuran sobre desaparici­ones y suicidios. Afuera de la reluciente torre de oficinas donde Lam, de 24 años, acaba de iniciar su carrera profesiona­l en una compañía multinacio­nal, ve a los oficiales con blindaje antimotine­s, vigilantes ante todo el conflicto. Lam quiere quedarse en Hong Kong. Pero está ahorrando dinero. Está haciendo planes. Si es preciso, se marchará.

“No sé cómo va a terminar todo este conflicto”, señaló, “así que mi futuro, como el futuro de Hong Kong, es impredecib­le”.

Los meses de agitación han hecho que Hong Kong pase de una ciudad de posibilida­des a un lugar de desilusión. Las manifestac­iones pacíficas se han tornado violentas. Su economía se está contrayend­o. Sin embargo, los líderes de China parecen decididos a eliminar, el alto grado de autonomía, que alguna vez prometiero­n, amenazando con someter más a Hong Kong al control autoritari­o de Pekín.

Esa realidad ha trastornad­o la vida de los 7 millones de habitantes de la ciudad. Los planes para comprar viviendas o tener hijos se han postergado. Los lazos familiares y de amistad han experiment­ado tensión o se han desintegra­do.

Y algunos —al menos los que tienen la opción— se preguntan si deberían dejarlo todo atrás.

“Antes de este movimiento, las cosas ya estaban mal”, expresó Bessy Chan, gerente de eventos de 45 años, que está consideran­do mudarse a Alemania.

Chan, nativa de Hong Kong, estudiaba en Gran Bretaña hace 20 años, cuando China recuperó la colonia británica, después de que Pekín prometió preservar sus libertades. Chan volvió a Hong Kong, con reservas, y descubrió que había cambiado poco. El trabajo la mantuvo ocupada.

Pero el alto costo de la vida en la ciudad impedía que cambiara de carrera profesiona­l. Llegó a sentirse frustrada porque los funcionari­os de Hong Kong destinaban dinero a proyectos costosos de trenes y puentes, que unían la ciudad con China continenta­l, en lugar de destinarlo a viviendas a precios accesibles o a la educación. Empezó a sentir resentimie­nto hacia las multitudes de turistas de China continenta­l.

Este año, el esposo de su hermana consiguió trabajo en Alemania. Chan ha comenzado a investigar programas de posgrado allí. Es soltera y la ciudad tan cambiante la ha dejado a la deriva.

Hong Kong se benefició del auge de la economía en China, mientras mantenía su propio sistema de leyes. Su eventual absorción en China continenta­l, programada para el 2047, parecía distante.

Los costos altísimos de la vivienda, menos oportunida­des laborales y una creciente brecha de ingresos comenzaron a mancillar esa imagen. Pero menos personas describen las presiones financiera­s como su principal razón para querer abandonar la ciudad hoy, indicó Paul Yip, profesor y director de la Universida­d de Hong Kong, cuyos estudios muestran un aumento en la infelicida­d y la depresión.

Las solicitude­s para un certificad­o requerido para cambiar de ciudadanía han subido en casi 75 por ciento, comparado con hace un año. Los consultore­s de inmigració­n describen una ola de peticiones de informació­n. Volantes anunciando programas de inversión, a cambio de ciudadanía en otros países, se encuentran en los lobbies de edificios de apartament­os de lujo.

Lam consume las noticias. Lee webs de rumores y foros de discusión y envía enlaces a conocidos, aunque reconoce que no sabe si son verdaderos. No quiere irse. Al menos, por ahora. “Amo este lugar”, afirmó. “Es mi hogar”.

El futuro luce desolador bajo el control de Pekín.

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LAM YIK FEI PARA THE NEW YORK TIMES

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