Acciones de Trump confunden a aliados
contradictorios, al asegurar que la estrategia de Trump en el Medio Oriente ha sido desarrollada basada en la protección de los intereses estadounidenses.
“A fin de cuentas, nuestra política con respecto a Irán trata sobre proteger y defender la patria y resguardar las vidas estadounidenses”, declaró el secretario de Estado, Mike Pompeo a los reporteros, el 7 de enero. “Sé que los esfuerzos que hemos emprendido, no solo la semana pasada con el ataque contra Soleimani, sino la estrategia que hemos empleado, han salvado vidas estadounidenses”.
En algunas formas, el ataque contra Soleimani fue visto por sus consejeros, como una rectificación de las decisiones anteriores del presidente, de no tomar represalias contra Irán por diversas provocaciones, decisiones que su equipo quedó convencido de que fueron malinterpretadas en Teherán. En ese sentido, el ataque fue un intento por recalibrar la política de Trump en términos más firmes.
“El presidente se ha contenido mucho y asumieron esa mesura y esa buena voluntad, mientras él intentaba abrir negociaciones con los iraníes —recuerden que él ofreció hablar con ellos incondicionalmente— tomaron eso como una señal de debilidad”, expresó Robert C. O’Brien, su consejero de seguridad nacional, el 7 de enero. “Creo que ahora entienden que este presidente habla en serio. Cometieron un grave error en cómo interpretaron su mesura, que fue admirable”.
Pero a diferencia de Obama, y en especial del presidente George W. Bush, quienes ofrecieron discursos exhaustivos para explicar sus estrategias con respecto a las guerras del Medio Oriente, Trump, pocas veces se toma el tiempo para exponer su forma de pensar en profundidad. En sus primeras declaraciones públicas, desde que ordenó el ataque con dron, Trump anunció nuevas sanciones económicas contra Irán y arremetió contra el pacto nuclear de la era Obama, del que retiró a EU.
Las interrogantes más amplias se centran aún en los planes más grandes de Trump para el Medio Oriente. Ha cambiado de posición entre retirarse o reforzarse, criticando en un momento el desastre de la participación de EU en la región, desde la invasión a Irak, por parte de Bush en 2003 y amenazando en otro momento, con una nueva guerra contra Irán, si actuaba indebidamente.
Perdió a su anterior secretario de Defensa, Jim Mattis, tras decidir abruptamente el retiro de fuerzas en Siria, y luego terminó conservando a algunas tropas, de todas formas. Después sorprendió a los aliados kurdos de EU al retirar tropas del norte de Siria, permitiendo que Turquía expulsara a los kurdos del territorio. Y la última vez que autorizó un ataque contra Irán —en represalia por derribar un dron estadounidense— Trump lo canceló restando 10 minutos.
Incluso los amigos de Trump en la región están intentando descifrar a dónde se dirige en este momento. El 6 de enero, el presidente se reunió en secreto en la Casa Blanca con un funcionario saudita y habló vía telefónica con el Emir de Qatar; ninguna conversación fue divulgada por la Casa Blanca, hasta que fue reportada por los otros países.
Shalom Lipner, ex asesor de siete primeros ministros israelíes, reveló que el primer ministro Benjamin Netanyahu, uno de los aliados más leales del presidente, sintió un “latigazo cervical” por la acción más reciente de Trump.
“Ahora todos están luchando para descifrar las intenciones de Trump, con el temor de que ésta pudo haber sido su última palabra, antes de salir por completo de la región y dejar a los aliados estadounidenses para que se defiendan solos”, señaló Lipner.