Un ajuste de cuentas en plantas avícolas
MORTON, Mississippi — Juan Grant irrumpió en la planta procesadora de pollo de Koch Foods para su nuevo trabajo un miércoles por la mañana, uniéndose a muchos otros afroamericanos en una procesión de empleados con botas de goma y redecillas para el cabello.
A sus 20 años, Grant era demasiado joven para recordar los días de una fuerza laboral, casi exclusivamente blanca, en la industria avícola de Misisipi o los boicots y las protestas de derechos civiles que siguieron. Era demasiado joven para haber visto cómo los trabajadores blancos le dejaron a los afroamericanos el trabajo de matar, cortar y empacar pollos. No conoció la época antes de que empezaran a llegar miles de hispanos, reclutados por gerentes de plantas que buscaban llenar puestos de trabajo con bajos salarios, en una industria en expansión.
Pero Grant recordaba el 7 de agosto, día en que la administración Trump realizó extensas redadas de inmigración en siete plantas procedadoras de pollo en Misisipi. Recordó la noticia de última hora en su teléfono: “arrestan a 680 trabajadores hispanos”.
“Supuse que debería haber algunas vacantes”, manifestó.
Las redadas eran un cumplimiento parcial de la promesa del presidente Donald J. Trump de sacar a millones de trabajadores indocumentados del país. Para los que no son inmigrantes, la secuela los ha obligado a reflexionar: las redadas provocaron sufrimiento, pero también puestos detrabajos. Algunos creen que los indocumentados se lo merecían.
“Si estás en un lugar donde se supone que no deberías estar, vendrán a buscarte”, expresó un trabajador llamado Jamaal, que se negó a dar su nombre completo.
Pero también estaba Shelonda Davis, de 35 años, veterana, con 17 años en la planta. Quedó horrorizada de que tantos colegas hispanos fueran acorralados. Algunos, dijo, deseaban tanto trabajar que intentaron regresar.
“Me alegra ver que mi gente va a trabajar”, expresó de sus compatriotas afroamericanos. “Pero por la forma en que atacaron a la raza hispana, actúan como si estuvieran matando a alguien. Solo estaban trabajando, ¿sabes?”.
Algunos de los reemplazos tenían sentimientos encontrados. Si bien la redada le “devolvió el trabajo a los estadounidenses”, comentó Cortez McClinton, de 38 años, ex albañil que fue contratado en la planta unas horas después de las redadas, “la forma en que gestionan la inmigración es separando a los niños de sus familias”.
Grant indicó que se sentía bien ganando 11.23 dólares por hora, aunque el trabajo implicaba extraer tripas en una cinta transportadora de cadáveres aparentemente sin fin. Eran unos 4 dólares más que lo que ganaba en una fábrica de galletas, apuntó. Pero también calificó de “crueles” a las redadas. “Es como si me hubiera robado el trabajo”, manifestó.
Un estudio de 2016 reveló que la inmigración tenía “poco efecto a largo plazo” sobre los salarios.
Empleados de color reemplazan a hispanos arrestados.
Pero algunos se preguntan si los inmigrantes hispanos desplazaron a los trabajadores de raza negra, en la industria del pollo en Misisipi, de varios miles de millones de dólares.
Sin embargo, gran parte de la indignación en torno a las redadas ha venido de la comunidad negra de Misisipi. Constance Slaughter-Harvey, activista de los derechos civiles, las calificó como una “acción de la Gestapo”.
La planta de Koch Foods está en el corazón de Morton, una comunidad rural de unos 3.600 residentes, y alrededor de una cuarta parte de ellos son hispanos. Hoy, el futuro de los trabajadores hispanos y sus familias se cierne sobre el área.
En una iglesia en Forest, que sirve como un centro de respuesta a las crisis, Victoriano Simon-Gomez, de 32 años, estaba de pie, revisando unos documentos legales. Contó que tenía una hija discapacitada y estaba preocupado por quién la cuidaría si se veía obligado a regresar a Guatemala. Eva, una madre guatemalteca de 31 años, esperaba para recoger una comida donada. Afirmó que iba a luchar para quedarse en Estados Unidos con sus hijos, de 13 y 9 años, que son ciudadanos estadounidenses. Pero no albergaba mala voluntad hacia las personas que han ocupado los puestos.
Marquese Parks, que trabaja para una agencia de reclutamiento de personal y ayudó a Koch a encontrar a nuevos empleados, señaló que los candidatos potenciales fueron sometidos a estrictas revisiones de identificación. Parks, que es de raza negra y creció en Morton, dijo que nunca quiso trabajar en las plantas. Salió del pueblo para ir a la universidad, pero más tarde se encontró en la industria igualmente. Comentó que no sabía por cuánto tiempo los nuevos reclutas permanecerían en el trabajo.
“Honestamente no creo que se queden, por el simple hecho de que los trabajos son muy duros”, señaló Parks, de 28 años. “Es algo que no se veían hacer cuando crecieran. Algo que no quieren hacer”.