Listin Diario

Democracia, sistema de vida

- yveprats@gmail.com YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZ

ACarolina Mejía, por su acertado enfoque de la democracia en sus dos facetas: la representa­tiva y la participat­iva.

Las palabras, ya lo dijo Platón en su diálogo Cratilo, son simples convencion­es. Basta que una comunidad decida bautizar un objeto, suceso o realidad con un nombre cualquiera para que este busque y encuentre, en la clave sonora del lenguaje humano, después de vencer las ortodoxias gramatical­es, el lugar bajo el sol que le permita ser ropaje de un concepto determinad­o.

Mientras leo el programa de gobierno municipal que presenta mi compañera y amiga Carolina, futura alcaldesa de Santo Domingo, pienso cuán acertada resulta su clara diferencia­ción entre dos formas de entender y aplicar la democracia, unas palabras que requiere, sobre todo en nuestro país, entenderse en su esencia: la que emana del auspicio y la participac­ión de la ciudadanía, como la enfoca Carolina.

Porque durante años se ha entendido y usado esta palabra en base a convencion­es muy estrechas, con una denotación tradiciona­l que ha limitado y ha mutilado sus significad­os más intensos, considero excelente que Carolina conciba la democracia desde un punto de vista social y humano diferente, y comparto con ella y mis lectores mi posición sobre el significad­o del concepto.

Las diferentes interpreta­ciones que se dan al concepto democracia, han generado disputas teóricas sobre la validez y pertinenci­a de esas visiones parciales.

En países subdesarro­llados como el nuestro, la democracia adquiere un sentido profundo, porque hay que desentraña­rla, rescatarla o construirl­a a partir de la superación de ese proceso del atraso que frena o disloca las posibilida­des de un crecimient­o integrado, coherente, dinámico y conducido.

En los momentos actuales, en que las teorías y las doctrinas sufren el impacto demoledor de los cambios producidos por el Neoliberal­ismo, obligándon­os a colocar de nuevo bajo el microscopi­o de un análisis serio las formas de vida sociales, económicas y políticas que deben predominar en el mundo, la democracia exige más que nunca ser estudiada, definida, aireada y comprendid­a en sus verdaderas dimensione­s, que requieren proporcion­es totalizant­es que satisfagan los anhelos de una humanidad cada vez más confusa e indigente tanto desde el punto de vista material como doctrinari­o.

Existe en el mundo contemporá­neo una pluralidad de imágenes de la democracia: la liberal, que la identifica con nociones formales de estado representa­tivo, y de democracia política; la populista, que se diseña de acuerdo a conceptos sobre redistribu­ción de los ingresos, el acceso de las nuevas capas sociales a las fuentes del poder y la instauraci­ón de un estado asistencia­l; y la socialista, que en diversos grados apunta hacia formas limitadas de democracia económica, de democracia social, o hacia esquemas de una democracia orgánica, más bien como una utopía.

Estas definicion­es incompleta­s mutilan la esencia total del concepto democracia.

Para superar estas tesis incompleta­s, hay que formular a una filosofía de integració­n, que no descompong­a y aísle los problemas económicos de los políticos, o los políticos de los culturales, los problemas de forma y espíritu de la democracia.

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