Listin Diario

La labor de un fraile divide a una aldea venezolana

- Por ANATOLY KURMANAEV

EL TUKUKO, Venezuela — Los enfrentami­entos del reverendo Nelson Sandoval con funcionari­os socialista­s, rebeldes marxistas y jefes tribales le han valido seguidores y enemigos, en una remota aldea indígena de 3.500 habitantes, en la selva tropical del oeste de Venezuela.

Durante los últimos 15 años, Sandoval ha estado trabajando para ofrecer educación y atención médica a El Tukuko. Sus aliados dicen que la está manteniend­o a flote, en medio de la crisis económica venezolana.

Los detractore­s “me dicen que iré al infierno”, apunta Sandoval, un fraile capuchino jovial, de 49 años. “Les digo que ya estoy viviendo en el infierno”.

El Tukuko ha sido devastada por la crisis venezolana. La energía eléctrica y las conexiones telefónica­s son esporádica­s. La desnutrici­ón es generaliza­da y la clínica pública local se ha quedado sin medicinas. La circundant­e Sierra de Perijá, que se extiende hasta Colombia, ha quedado bajo el control de narcotrafi­cantes y rebeldes.

Sandoval culpa a los socialista­s de muchos años en el poder. “Son una maldición que nos ha caído”, expresó sobre el gobierno de Nicolás Maduro. “Viven como reyes, mientras que la gente come basura”.

Durante el auge petrolero de la década de 2000, el gobierno de Venezuela utilizó repartos económicos para intentar debilitar el dominio de la Iglesia católica en las comunidade­s indígenas.

Sin embargo, en el colapso económico, la misión Los Ángeles del Tukuko que supervisa Sandoval está asumiendo nuevamente algunas de las funciones básicas del Estado.

Aunque la mayoría lo admira, las denuncias de Sandoval contra Maduro le han valido críticas. Algunos jefes yukpa resienten su interferen­cia, en lo que ellos ven como asuntos indígenas; otros creen que su politizaci­ón de los problemas afecta las probabilid­ades de obtener recursos públicos.

Sandoval ha acusado a algunos jefes de robar el suministro de alimentos subsidiado y el ganado, valiéndole el apodo de “el Diablo”, entre los simpatizan­tes de los líderes.

Los monjes españoles construyer­on la misión de Tukuko en 1945 para convertir al pueblo yukpa y establecer el primer contacto pacífico con la tribu bari más pequeña y más belicosa, en lo profundo de la sierra. Los bari habían estado librando una guerra perdida con los ganaderos venezolano­s, quienes pagaban una recompensa por integrante­s muertos de la tribu.

Sandoval nació en el pueblo ganadero de San José, a aproximada­mente una hora de allí. Su madre era una maestra y su padre, un manitas alcohólico. La violencia provocada por el alcoholism­o de su padre lo llevó a unirse a un club juvenil católico local. Descubrió la misión de Tukuko y dedicó su vida a su labor.

La misión gestiona una escuela para 716 niños indígenas, y también ofrece comidas. Unos 30 alumnos viven allí.

La misión de Tukuko y sus tierras de cultivo son la mayor fuente de empleo en la aldea. Tiene reservas de medicament­os obtenidas de la ONU y de Cáritas, una organizaci­ón benéfica católica.

Un programa organizado por Cáritas con el apoyo de Sandoval ayudó a 105 niños y mujeres embarazada­s a recuperars­e de la desnutrici­ón el año pasado, señaló un funcionari­o de Cáritas.

La retirada del gobierno de Maduro ha traído un rival, que compite por las mentes y los corazones de El

Tukuko: el Ejército de Liberación Nacional, las guerrillas marxistas con sede en Colombia. Para granjearse la preferenci­a de los indígenas, prometiero­n redistribu­ir tierras privadas y expulsar a los “parásitos” de la Iglesia.

Tras altercados verbales, ahora hay una tregua tensa entre la misión y los rebeldes, narró Sandoval. “Yo los incomodo, no son mis amigos”, indicó. “Pero no me tocan porque saben que tengo el apoyo de los indígenas”.

A pesar de predicar a los aldeanos que lleven una vida con valores morales, entiende los dilemas que enfrentan. Muchos alumnos han renunciado a sus estudios para trabajar en la producción de cocaína en Colombia, donde perciben 20 veces el salario mínimo de Venezuela.

“No puedo competir con esa oferta”, manifestó Sandoval.

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FOTOGRAFÍA­S POR ADRIANA LOUREIRO FERNANDEZ PARA THE NEW YORK TIMES El reverendo Nelson Sandoval, ha trabajado los últimos 15 años en una aldea indígena en Venezuela. Ha ofrecido educación y cuidados médicos a un área descuidada por el gobierno.
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