Los mercaderes se lucran con la sed de sus habitantes
más que el agua que suministra el gobierno, según un estudio del Instituto de Recursos Mundiales sobre el acceso al agua, en 15 ciudades en el mundo en vías de desarrollo, una cifra que aumenta a 52 veces más en Mumbai.
Los lugareños cuentan relatos de acuerdos deshonestos, sabotaje del servicio de agua potable y destrucción medioambiental. “Todos son ladrones, rateros descarados que deberían ser ahorcados”, dijo Dharaman Lama, una casera en la capital nepalí. “Es indignante lo que nos hacen”.
Bestias que gotean
Estos camiones cisterna son solo otra fase en un proceso global de privatización del agua que ha llevado décadas. Muchas autoridades creen que el sector privado puede obtener mejores resultados de los servicios públicos abrumados y han cedido el control de recursos clave.
Es posible que la flota de camiones cisterna en Karachi, Pakistán, se haya duplicado en la última década. La cantidad en Lagos, Nigeria, se ha cuadriplicado durante ese periodo, estimaron dos investigadores locales. En Yemen, los camiones cisterna han dominado el mercado, desde que inició la intervención encabezada por los sauditas en 2015. Y en India, los negocios de camiones cisterna han prosperado conforme han crecido las ciudades.
Estos camiones oxidados que gotean se han convertido en una imagen omnipresente, desde Bangladesh hasta Bolivia.
La industria de los camiones cisterna también podría ser una radiografía temprana de cómo áreas del sector privado podrían lucrarse, a partir de un mundo que se calienta y que se urbaniza a paso veloz. Se estima que tan solo la población urbana del sur de Asia se triplique a 1.200 millones de habitantes para el 2050, y conforme se deteriora la infraestructura y las ciudades continúan extendiéndose a áreas, que no cuentan con servicios, los camiones cisterna están en buena posición para absorber parte de la escasez. Según el Banco Mundial, hasta 1.900 millones de habitantes urbanos podrían experimentar escasez de agua, por temporadas para mediados de siglo.
Para las autoridades de las ciudades, que ya están teniendo problemas para mantener el suministro actual, a medida que el cambio climático provoca estragos, ya ni hablar de obtener agua adicional, los camiones cisterna pueden parecer una red de seguridad a la que, impotentes, no pueden resistirse.
Cuando una sequía grave vació las reservas de Ciuda del Cabo en 2017 y 2018, los residentes adinerados evadieron las restricciones, comprando agua adicional obtenida de operadores informales. Cuando Chennai, una de las ciudades más grandes de India, casi se quedó seca en medio de las escasas lluvias el verano pasado, más de 5.000 camiones cisterna privados transportaron agua del exterior.
Ubicada al pie del Himalaya, rico en agua, y bendecida con un monzón feroz, Katmandú jamás debió haberse convertido en un ejemplo de los peligros de la dependencia de los camiones cisterna. Sin embargo, años de malas gestiones, por parte del Estado y de gran inmigración desde el campo han excedido su red de tuberías.
A partir de finales de la década de 1990 se les dio la bienvenida a los camiones cisterna, como una solución a las interrupciones del servicio por tubería de la ciudad. Eso cambió rápidamente conforme los menos adinerados comenzaron a sufrir por sus altos precios y prácticas deshonestas. Las actividades que anteriormente eran cotidianas, empezaron a requerir cuidadosos cálculos financieros.
“Antes no pensaba en la frecuencia con la que podía ducharme o cuándo podía limpiar la casa”, dijo Laxmi Magar, ama de casa y madre de seis hijos. “Pero ahora el agua es tan costosa que vigilo cada gota”.
Muchas familias se han visto obligadas a cambiar lo que cocinan y a quién reciben. Los platos que requieren mucha agua, como las espinacas, están fuera del menú para muchos. En ocasiones, los invitados no son bien recibidos. Con un precio de, aproximadamente 1.800 rupias nepalesas (15.60 dólares) por 5.000 litros, el agua de los camiones cisterna es casi 40 veces más costosa, que la del grifo.
Debido a que pocas barriadas de Katmandú están conectadas a la red de agua potable, los habitantes más pobres de la ciudad dependen de la asistencia externa durante la temporada seca. En consecuencia, los camiones cisterna aumentan sus tarifas.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los hogares gasten no más del 3 al 5 por ciento de su ingreso en agua, pero los nepaleses, que dependen de los camiones cisterna, pagan hasta el 20 por ciento de sus ganancias, una cifra que puede aumentar a más del 50 por ciento en zonas de Jordania.
Los camiones cisterna establecen acuerdos con funcionarios corruptos para limitar el flujo del servicio por tuberías y así maximizar sus ganancias, mientras también realizan campañas contra proyectos de obras públicas que podrían acabar con su dominio.
La competencia entre los aproximadamente 400 empresarios de negocios de camiones cisterna de Katmandú es tan feroz, que con frecuencia chocan los vehículos de la competencia y cobran favores a los políticos amigables para clausurar a sus rivales.
Se está secando
La demanda por el agua está creciendo con tanta rapidez, que los operadores de camiones cisterna no pueden satisfacer todos los pedidos en la temporada seca.
El suministro también disminuye. Katmandú se está extendiendo hasta sus bosques restantes, que alimentan los manantiales, mientras que también invade las áreas de recarga de acuíferos. El cambio climático, además ha trastocado las lluvias, lo que limita la recolección de agua en los techos y provocan inundaciones que contaminan a algunos acuíferos.
Los residentes de distritos pobres en agua han atacado físicamente a los funcionarios del servicio de agua. Asimismo, los camiones cisterna han sido objeto de ataques, cuando han hecho huelga, y las personas se están peleando cada vez más entre sí, a medida que el agua es más escasa y costosa.
Con algunos hogares subsistiendo, con tan solo 15 litros por persona al día, muy por debajo del estándar mínimo aceptable de la ONU de 20 litros para refugiados, los líderes comunitarios advierten sobre más violencia, a menos que el gobierno solucione la crisis.
Hay señales de esperanza. Algunos propietarios de camiones cisterna han empezado a adoptar prácticas de extracción más sustentables. En Chandragiri, un barrio en las afueras, de rápido crecimiento en Katmandú, seis dueños de camiones cisterna se han unido para intentar salvar el bosque del que dependen sus manantiales.
Desde Delhi, que está rehabilitando hasta 500 lagos y humedales para incrementar la recarga de agua freática, hasta grandes porciones de la África subsahariana, donde se ha extendido el acceso público a hidrantes, numerosas ciudades están reduciendo el suministro informal de agua.
Pero en Katmandú, los residentes no esperan mucho cambio.
Un sábado en la mañana, Sunita Suwal esperaba fuera de su casa en Bhaktapur, a que llegara la entrega semanal. Comenzó a disgustarse, a medida que pasaba la hora acordada, perdiéndose un turno en un taller de costura, que difícilmente podía darse el lujo de perder. Finalmente, al transcurrir la mañana sin agua a la vista, Suwal estalló.
“El Estado no nos cumple. Los camiones cisterna nos roban”, indicó “Todos solo quieren ganar dinero con nosotros. En realidad, ¿cuál es la diferencia?”.