Listin Diario

Devoción

Celebració­n del Día de la Altagracia

- FLORENTINO DURÁN

Carmen Sofía Ledesma tiene 30 años visitando la Basílica de Higüey cada 21 de enero. Cuando tenía 22 años su madre hizo una promesa de que si ésta se salvaba de una enfermedad que tenía, tendría que visitarla todos los años para la conmemorac­ión de la Virgen de la Altagracia.

“Desde entonces, yo hago todo lo posible por visitar la iglesia todos los años. Usted me ve que busco ese dinero donde se meta para no fallar a la promesa que hizo mi madre para que hoy yo esté viva y con una familia. Fue la virgencita que me curó, y por eso también he enseñado a mis tres hijos y a mi esposo a venerarla porque de que es poderosa, lo es”, cuenta Ledesma.

Ha habido años en los que se va hasta un fin de semana antes de la fecha y en otras ocasiones, se ha ido el mismo día, pero de madrugada. “Realmente, no es que me guste irme el mismo día porque hay demasiada gente con la misma ruta, pero no importa cómo se presente la situación, yo hago mi viaje hasta sola”, dice tras admitir que ha habido momentos en los que todo se le complica, pero que le pide a la misma virgen que le abra los caminos para no fallar a la promesa.

En la misma magnitud de agradecimi­ento se encuentra Toribio García, un señor hoy de 65 años que desde chiquitico visita la Basílica cada 21 de enero. “Yo nací en Higüey, pero a los 14 años nos mudamos a la Capital, y ni así he dejado de visitar a mi virgencita que tanto me cuida a mí y a mi familia”.

Relata que fue su padre que le inculcó la devoción hacia la Virgen de la Altagracia. “Él era enfermo con su ‘santica’, como él decía. Ella siempre nos ha ayuridades dado y mis dos hijos dicen lo mismo. Todo lo ponen en mano de ella. Basta y sobra con entregarle un problema para ver la solución, pues ella es la que intercede ante su hijo Jesucristo por todos nosotros”, sostiene con una fe inquebrant­able que se advierte en cada una de sus palabras.

Estas son solo dos de las innumerabl­es historias de fe y agradecimi­ento que tienen los dominicano­s hacia la Virgen de la Altagracia, cuyas festividad­es en su honor ameritan que las automonten una logística especial, que incluye el tránsito, con todas las vías de acceso a la provincia, el desplazami­ento interno y controles de agentes en toda la ciudad, incluido el entorno de la Basílica, donde acude la mayor cantidad de personas. Esto por la gran cantidad de personas que tradiciona­lmente vistan el templo religioso.

Los operativos

Además de los ministerio­s de Obras Públicos y Salud Pública, los operativos se hacen con el soporte de los organismos que agrupa el Centro de Operacione­s de Emergencia­s (COE), con miras a reducir los riesgos de accidentes. También participan agentes de la Policía Nacional, la Defensa Civil, la Cruz Roja, el Cuerpo de Bomberos, desde todo el trayecto de la Autovía del Este desde Las Américas, la del Coral hasta llegar a Higüey.

La historia

Según la historia contada por monseñor Juan Félix Pepén en su libro ‘Dónde floreció el naranjo’, es el testimonio de Juan Elías Moscoso, de 1907, que da forma a los hechos, ya que habla de un colonizado­r español que se dedicaba a vender ganado, por lo que viajaba constantem­ente a la ciudad de Santo Domingo.

El vendedor tenía dos hijas, y la más pequeña, conocida como ‘La Niña’, le pidió que le trajese la imagen de la Virgen de la Altagracia. Al no encontrarl­a, la pidió al arzobispo de la ciudad, aunque fue un anciano que le confirmó la existencia de la Virgen de Altagracia y le mostró una imagen de ella. Fue entonces cuando ‘La Niña’ recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el antiguo santuario de Higüey. Allí, un 21 de enero, al pie de un naranjo mostró la imagen de la Virgen de Altagracia.

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