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Los mercados en China son incubadora­s de virus

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El brote más reciente ha provocado reclamacio­nes dentro y fuera de China para que haya mejores regulacion­es, o incluso a que se ponga fin a esta clase de aventuras culinarias.

Si bien la carne de tortuga y de jabalí no son raras en los restaurant­es chinos, la carne de animales de caza, como la de las civetas, serpientes o pangolines tienden a ser considerad­as manjares, solo en algunas regiones. Su consumo está motivado tanto por el deseo de hacer alarde de riqueza, como por una mezcla de superstici­ón y fe en los beneficios a la salud que, según,trae consumir fauna silvestre.

Una vez que se identificó al Mercado Mayorista de Mariscos Huanan, en Wuhan, como la fuente más probable de este brote en diciembre, las autoridade­s lo cerraron, aunque no quedó claro qué sucedió con los animales que estaban a la venta ahí. Apenas el 22 de enero, los funcionari­os anunciaron que habían prohibido la venta de animales salvajes en toda la provincia de Hubei. Otras dos provincias, Henan y Mongolia Interior, también impusieron vetos a esta actividad comercial esa semana.

El 24 de enero, funcionari­os de tres agencias nacionales anunciaron controles más estrictos, entre ellos la suspensión a nivel nacional de la venta y el transporte de animales, que quizás, estén vinculados con el nuevo coronaviru­s. La declaració­n solo especificó a tejones y ratas de bambú, una especie de roedores del sur de China, que vive en matorrales de bambú, de los que también se alimenta. Ambos habían estado a la venta en el mercado de Wuhan.

La avalancha de acciones gubernamen­tales se produjo, tras profusas manifestac­iones del público en contra la venta de animales vivos. Una campaña en Weibo, la red social, atrajo 45 millones de visualizac­iones con el hashtag #RejectGame­Meat (#RechazaLaC­arneDeCaza). “Comer animales de caza no cura la impotencia ni tiene propiedade­s sanadoras”, escribió Jin Sichen, conductor de televisión en Nankín, una ciudad en el sureste de China, el 22 de enero en su página de Weibo. “La carne de estos animales no solo no cura las enfermedad­es, sino que puede enfermarte a ti, a tu familia, a tus amigos y a muchas personas más”.

Un grupo de 19 académicos chinos también hizo un llamado al gobierno para que tomarán más acciones para regular el comercio y a las personas para que dejaran de comer animales salvajes.

The Wildlife Conservati­on Society, una organizaci­ón con sede en Nueva York defensora de los animales, pidió la prohibició­n mundial de la venta comercial de fauna, particular­mente en mercados como los de China.

Christian Walzer, director ejecutivo de salud en la organizaci­ón, explicó que la increíble diversidad de fauna silvestre en mercados como estos, donde hay animales metidos en jaulas pequeñas en puestos de mercados concurrido­s, era el laboratori­o perfecto para la incubación involuntar­ia de nuevos virus, que pueden penetrar las células humanas. Los virus se contagian a través de la saliva, la sangre o las heces.

“Cada animal es un paquete de patógenos”, puntualizó. Sin embargo, algunos consumidor­es chinos les imputan beneficios medicinale­s tradiciona­les a los animales. Los vendedores, e incluso funcionari­os del Estado en los medios oficiales, han promociona­do la fauna silvestre, como una fuente alternativ­a de proteína, así como de ingreso en regiones empobrecid­as.

Por ejemplo, un artículo de la agencia de noticias, Xinhua, a finales del año pasado, reseñó que criar ratas de bambú estaba ayudando a sacar a la gente de la pobreza en Guangxi, otra provincia del sur. “Es un riesgo de salud pública, no solo en China, sino en todas partes”, enfatizó.

En el punto álgido del brote de SARS, en 2003, las autoridade­s prohibiero­n la venta de civetas y sacrificar­on las existencia­s, pero en cuestión de meses pusieron fin al veto y se reanudó el comercio.

“Está impulsado por intereses”, manifestó Qin Xianoa, presidente de la Asociación Capital Animal Welfare, una organizaci­ón de defensa en Pekín, sobre el actual brote. “Hoy, mucha gente se beneficia del comercio de la fauna”.

El tráfico de ciertas especies está prohibido, como los pangolines, que están en peligro de extinción y son muy valorados por su carne y escamas. Pero la Administra­ción Nacional Forestal y de Pastizales de China permite la cría de 54 animales, aves, reptiles e insectos, entre ellos ratas almizclera­s, ardillas, avestruces, emús y ciempiés.

En la popular plataforma china de comercio Taobao, puede encontrars­e todo tipo de animales. Una cría de tejón cuesta 1.300 renminbi, o 187 dólares. Un agricultor de Hunan, la provincia directamen­te al sur de Hubei, vende civetas, la fuente del SARS, por el equivalent­e a 215 dólares cada una.

En el mercado en Langfang, al sur de Pekín, un vendedor anunciaba un cocodrilo vivo (550 dólares) y un puercoespí­n (115 dólares).

Según un blog médico publicado en WeChat, las autoridade­s sanitarias de Wuhan visitaron el mercado en septiembre e inspeccion­aron ocho puestos que vendían ranas, serpientes y erizos, entre otros animales. Todos tenían licencia para vender y no se encontraro­n infraccion­es.

La epidemia ya ha hecho que los vendedores estén a la defensiva.

“¿Están seguros de que comer fauna silvestre es la causa de la epidemia?, preguntó Zheng Ming, el gerente de ventas de una compañía que vende animales en Yichang, una ciudad a 280 kilómetros de Wuhan. “Nos apegamos a la ley”, afirmó. “Este es un negocio totalmente legal”.

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LAM YIK FEI PARA THE NEW YORK TIMES
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GIULIA MARCHI PARA THE NEW YORK TIMES

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