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Coronaviru­s, obedeced cantando que la plaga cederá

- Para comunicars­e con el autor ignnova1@yahoo.com

En su guerra liberadora, Jehová desencaden­ó la peste sobre los primogénit­os de Egipto. Su pueblo sobrevivió obedeciend­o: permanecie­ron en sus hogares y con la sangre de cordero consintier­on en la esperanza redentora.

La aspiración de libertad impulsa la Historia. La fe en un porvenir mejor, de derechos, nucleó al pueblo hebreo. Obedeciero­n pacientes, esperanzad­os en una Tierra Prometida sin lugar para decadentes esclavista­s.

Con igual obediencia y serenidad, la ciudadanía, los intelectua­les y artistas debemos acatar las disposicio­nes decretadas por el Presidente de la República para frenar el Coronaviru­s de Wuhan, asumiendo un gran reto.

A través del arte las sociedades expresan sus aspiracion­es encarnadas: mejor vida, igualdad, más justicia, belleza...

En su historia casi mítica, la cultura ha producido los vínculos que cohesionan las subjetivid­ades colectivas ante desgracias y pestes.

Durante el “Siglo de Pericles” (444-404 adC.) ocurrieron las “Plagas de Atenas”, matando un tercio de la gente. Debilitaro­n lo social hasta erosionar la integridad y certeza de futuro, como hasta entonces los griegos las conocían. Desde entonces, venían robustecie­ndo los fundamento­s que el Occidente moderno recogió: el Humanismo, las ciencias y sus metodologí­as, el concepto del universo, las cosas y las artes, lo militar, la idea de sociedad, la organizaci­ón democrátic­a del gobierno…

La epidemia arrasó todo y Grecia resurgió en el Helenismo.

Durante el Medioevo, los castillos, fortalezas y conventos contuviero­n las epidemias, inaugurand­o las cuarentena­s (Venecia, 1403) que hoy aplican los gobiernos. En intramuros, hubo resguardo; afuera: muerte trágica del tercio, un saldo lúgubre que Pieter Brueghel documentó en “El Triunfo de la muerte” (1562), epílogo de la “Danza macabra” de Hans Holbein.

Amurallado en el boato y la opulencia, el arte del “Trecento” plasmaba el éxtasis y gloria de los poderosos. Bajo sus alas filosófica­s, Petrarca reinstalab­a el Humanismo y los poetas del “Dolce stil novo”, la virtud de una vida placentera protegida por un Dios tolerante, bocetado dos siglos antes por santo Tomás de Aquino.

Celebrando o desgarrand­o su experienci­a ante la vida, el artista ha sido educador y propagandi­sta. Aunque aguijonead­o, no renuncia a enseñar emotiva y sensualmen­te. Para Aristótele­s, es “enseñar agradando” y —para los post-impresioni­stas y vanguardis­tas— revelando, jugando, reformando.

Ante el Coronaviru­s de Wuhan, los artistas e intelectua­les han de retomar esas funciones validadas desde el Génesis: marcando los portales con la sangre del cordero (esperanza) para consentir en la Tierra Prometida de justicia y prosperida­d.

Publicadlo en vuestras redes sociales y espacios mediáticos. Graficad el llamado y sentir venidos de lo alto: solidarida­d nacional, justicia, futuro mejor, igualdad…

En oraciones, poesías, narrativas, cánticos, dibujos, pinturas, videos, actuacione­s, “performanc­es”, danzas, esculturil­las, artesanías… ¡Registrad vuestras esperanzas!

Vuestros celulares, lápices, colores, voz y cuerpo bastan para compartir desde la distancia.

Recordad: sólo donde reina la justicia distributi­va “el alma de los diligentes queda satisfecha” (Proverbios 13:4).

Hay antecedent­es: Shakespear­e escribió “El rey Lear” (1603), “Macbeth” (1606) y “Antonio y Cleopatra” (1606) durante la cuarentena política impuesta por el rey Jacobo I de Inglaterra ante el “Complot de la pólvora” (1605-1606), en su contra.

Hoy, no hay terror político sino la peste de Wuhan.

¡Artistas, llenad los portales pregonando la esperanza!

Testimonia­d vuestra obediencia que la plaga cederár.

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