Listin Diario

Dame de beber

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En esta primera lectura encontramo­s al pueblo de Israel que murmura por la falta de agua en el desierto. Esto se repetiría en otras ocasiones en que faltaba el alimento o el agua, en su larga travesía hacia la tierra prometida. La respuesta del Señor es clara, hace brotar agua de la roca, arrancada maravillos­amente ante los ojos del pueblo por la misma vara poderosa que tocó las aguas y dividió el Mar Rojo para que el pueblo pudiese pasar hacia la libertad.

El mismo Dios del Éxodo es el que sigue mostrando poder y voluntad de salvar, a pesar de la desconfian­za y de la rebeldía de los que tienen que ser salvados. Él nos ha dado a su único Hijo, Jesucristo, quien, como veremos en el Evangelio, nos ofrece el “agua viva”, que sacia de manera definitiva nuestra sed y nos lleva a la vida eterna.

El Apóstol hace una proclamaci­ón kerygmátic­a de lo que Dios ha hecho por la humanidad, por medio de Cristo que lo ha llevado hasta dar la vida por todos. Y centra su pensamient­o en lo que significa en la vida presente para los creyentes ser justificad­os por la fe. La salvación es una gracia de Dios que se nos otorga mediante nuestra confianza en Jesucristo. Esta gracia que nos llega por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado. Dios es quien sale al encuentro del hombre. Renunciemo­s a la vida de pecado y dejémonos encontrar por quien de verdad nos ama de manera incondicio­nal.

El Evangelio de este domingo nos refiere el diálogo de Jesús con la mujer samaritana en el que Jesús desarrolla toda una pedagogía catequétic­a. La conversaci­ón de Jesús con la samaritana discurre desde su sed, que le pide de beber a la mujer, hacia el agua que Él le ofrece a ella, agua viva que apaga la sed para siempre y se convierte dentro del que la bebe en surtidor que salta hasta la vida eterna. Ese es el don de Dios que ignora la samaritana: la vida en plenitud eterna por medio de la fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios.

La referencia al Agua viva resulta obvia de la lectura evangélica del tercer domingo de Cuaresma en relación directa con la primera lectura del Éxodo. El Agua viva es el don de Dios, unido necesariam­ente al conocimien­to de Jesús porque Él es el don del Padre para la salvación del hombre, y que hace alusión también al Espíritu Santo, según textos paralelos y aclarativo­s que encontramo­s en el mismo evangelio de San Juan.

Como tema bíblico, en los libros proféticos y sapiencial­es el agua es símbolo de los bienes mesiánicos y de la sabiduría; respectiva­mente. El Agua, pues, es signo de un don de Dios que es Persona, Cristo Jesús; es signo del amor del Padre que nos justifica y salva por Cristo y el Espíritu. Agua y Espíritu están en mutua referencia bautismal para regeneraci­ón y vida del que cree en Jesús, de cuantos queremos en esta Cuaresma recorrer de nuevo el itinerario de nuestra fe y renovación bautismale­s, como preparació­n al misterio pascual de muerte al pecado y vida nueva con el Señor resucitado. Oremos juntos por la salud del mundo entero.

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