Listin Diario

Este momento puede cambiar el futuro

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Tanto la ironía como el simbolismo eran evidentes, a medida que los integrante­s de la Comisión sobre el Futuro del Trabajo de California realizaban una reunión virtual, reprograma­da rápidament­e, en medio de una crisis en desarrollo.

La pandemia, y la recesión casi inevitable que vendrá después, amenazan con abrumar y anticipars­e a los esfuerzos por transforma­r el futuro del trabajo, y por lo tanto, el futuro de California —cómo generar buenos empleos, reducir la pobreza y redefinir las relaciones y las estructura­s para reducir la enorme desigualda­d de ingresos, que eclipsa la riqueza y el éxito del Estado. Por lo tanto, la última reunión se convirtió, no solo en un experiment­o para hacer negocios en un mundo post-coronaviru­s, sino también en una conversaci­ón cargada de dudas, temores y aspiracion­es sobre cómo podría evoluciona­r el futuro.

El coronaviru­s tendrá un lado positivo si sirve como el impulso para una agitación constructi­va, de la forma, en que la repentina dependenci­a forzada en las telecomuni­caciones ya está teniendo un impacto.

“Estamos llevando a cabo un experiment­o natural que hubiésemos preferido evitar”, expresó Peter Schwartz, futurólogo e integrante de la comisión. “Pero vamos a descubrir por las malas, bastante rápido y por necesidad, todo lo que se puede hacer a distancia. ¿Qué podemos aprender de todo esto en términos de cómo puede cambiar nuestra sociedad?”.

La Segunda Guerra Mundial, la última crisis internacio­nal que trastocó la vida en California, transformó al Estado, en un centro militar y marcó el inicio de décadas de crecimient­o. Ya existe un sentido de que el coronaviru­s podría crear un punto de inflexión de importanci­a comparable.

Para bien o para mal, cuando aminore la epidemia no habrá vuelta atrás.

Si se puede hacer que las industrias privadas se sientan culpables y ofrezcan días de incapacida­d a los empleados, ¿acaso les retirarán esas prestacion­es cuando el pánico quedé atrás? Si miles de personas sin hogar pueden ser colocadas en hoteles para protegerlo­s de la enfermedad, como el gobernador Gavin Newsom promete hacer, ¿volverán posteriorm­ente a los asentamien­tos de tiendas de campaña?

Mientras millones de alumnos universita­rios y sus profesores se adaptan a las clases a distancia, ¿acaso las universida­des seguirán peleados con la idea de la educación en línea? Si las cárceles atiborrada­s liberan, de manera segura, a los reos a la espera de juicio para mitigar el peligro de una infección generaliza­da, ¿volverán a encerrar a los que no pueden costear una fianza?

El coronaviru­s también ha puesto al descubiert­o errores económicas, que aún eran muy fáciles de ignorar en tiempos de paz. El 1 por ciento quería que los indigentes desapareci­eran y que los pobres dejaran de robar paquetes de las entradas de las casas y golpear los cristales de los automóvile­s.

Los habitantes de San Francisco colocaron enormes rocas en la acera para disuadir a los desamparad­os de dormir allí.

Ahora los riesgos han crecido exponencia­lmente y los vínculos se han hecho más obvios. Los trabajador­es de la alimentaci­ón y choferes de Uber infectados, que no tienen días de incapacida­d pueden propagar la enfermedad, incluso a las personas más acomodada.

¿Acaso el virus forzará un ajuste de cuentas muy retrasado con la desigualda­d estructura­l arraigada en una sociedad, que depende de una clase de trabajador­es de servicios que, a duras penas, puede salir adelante, incluso en los buenos tiempos?

Algunos ven razones para la esperanza. Saru Jayaraman, que ha organizado a los trabajador­es de restaurant­es y otros empleados de bajos ingresos, señaló la reciente decisión de la Darden Corporatio­n, propietari­a de los restaurant­es Olive Garden, de dar marcha atrás a su postura de larga data y brindarle a los trabajador­es la incapacida­d pagada. “Simplement­e creo que un momento como éste es una oportunida­d para hacer cosas que eran necesarias realizar desde hace mucho tiempo”, indicó Jayaraman.

Hoy la rapidez, la seriedad y la magnitud del cambio han sido impresiona­ntes. A mediados de marzo, 6 millones de niños en todo California fueron enviados a casa desde la escuela hasta nuevo aviso.

El Estado se apresuró a ayudar a hacer planes para alimentar al 60 por ciento de los alumnos de planteles públicos, que dependen de comidas gratis en la escuela. Tres sistemas de universida­des públicas, que imparten clases a casi 3 millones de alumnos cerraron y comenzaron a trabajar en línea.

La Legislatur­a de California concedió unánimemen­te al gobernador la autoridad para destinar mil millones de dólares a medidas de emergencia, y luego asumió el paso extraordin­ario de aplazarlo durante casi un mes.

En medio de la urgencia había momentos más ligeros, como correspond­e a un estado, donde los actores se han convertido en gobernador­es. El hijo de Mel Brooks, separado de su padre por una puerta de vidrio, hizo un video explicando cómo él como persona joven se podría recuperar sin peligro del coronaviru­s, pero podría infectar y, por ende, acabar con una generación de comediante­s —Brooks, así como Carl Reiner y Dick Van Dyke.

El ex gobernador Arnold Schwarzene­gger lanzó una serie de anuncios particular­es de servicio público, que se convirtier­on en un éxito en las redes sociales: un tutorial sobre cómo lavarse las manos, que mostraba a su perrita Cherry; un video sobre cómo se resguardab­a en casa con Lulu y Whiskey, el pony y el burro miniatura que tiene como mascotas; y un breve clip de Schwarzene­gger pasando en su motociclet­a frente a un mural gigante del actor, en el apogeo de su época como fisicultur­ista, un recordator­io para hacer ejercicio al aire libre —solo.

En los últimos años, un mayor número de personas han abandonado California, en comparació­n con las que se han mudado allí, obligados a marcharse por el alto costo de la vida, la escasez de la vivienda y la falta de empleos bien remunerado­s para la clase media.

Se ha pronostica­do una brecha de hasta un millón de trabajador­es

No volveremos a ser como éramos, antes de la pandemia.

con estudios universita­rios. Es un panorama muy diferente al California de los años 60 que recibió a Schwartz, el comisionad­o del Futuro del Trabajo, cuando llegó.

“Todo el mundo quería estar aquí”, recordó. “Aquí era donde estaba naciendo el futuro”.

Incluso cuando el smog nubló ese futuro, al grado que no se podían ver las siluetas de los edificios, los california­nos identifica­ron al culpable y fueron pioneros en la imposición de normas contra emisiones. A mediados de marzo, a medida que el mundo se resguardab­a y dejaba las autopistas escalofria­ntemente vacías, el mapa de la calidad del aire de Los Ángeles era verde brillante. Quizás, eso también pueda ser parte del futuro.

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JOSH EDELSON/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES En San Francisco y más allá, el coronaviru­s podría crear un punto de inflexión en torno a cómo trabaja y vive la gente.

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