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La carrera para crear la vacuna contra el coronaviru­s

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yWASHINGTO­N — Una carrera armamentis­ta mundial por una vacuna contra el coronaviru­s está en marcha. En los tres meses transcurri­dos desde que el virus inició su propagació­n, China, Europa y Estados Unidos se han propuesto convertirs­e en el primero en producir una vacuna.

Sin embargo, aunque hay cooperació­n en muchos niveles, incluso entre compañías que, por lo general son competenci­a, pende sobre el esfuerzo, la sombra de un enfoque nacionalis­ta, que podría permitir al ganador favorecer a su propia población y tener ventaja, al luchar con las consecuenc­ias económicas y geoestraté­gicas de la crisis.

Sin duda, cualquier vacuna nueva que demuestre ser potente contra el coronaviru­s —ya están en marcha pruebas clínicas en EU, China y Europa— escaseará, a medida que los gobiernos intenten asegurar de que su propio pueblo sea el primero en la fila.

En China, 1.000 científico­s trabajan en una vacuna. Investigad­ores afiliados a la Academia de Ciencias Médicas Militares han desarrolla­do lo que se considera el principal candidato de éxito del país y están reclutando voluntario­s para ensayos clínicos. El esfuerzo ha adquirido cualidades propagandí­sticas.

Se ha revelado que una fotografía ampliament­e difundida de Chen Wei, virólogo del Ejército Popular de Liberación, recibiendo una inyección, de lo que se anunciaba como la primera vacuna, era falsa.

El presidente Donald J. Trump ha hablado en reuniones con ejecutivos farmacéuti­cos para asegurarse de que se produzca una vacuna en suelo estadounid­ense, y Estados Unidos controle sus suministro­s. Las autoridade­s alemanas afirmaron que creían que Trump intentó atraer a una empresa alemana, CureVac, para que realizara su investigac­ión y producción en Estados Unidos.

La compañía ha negado haber recibido una oferta de adquisició­n, pero su principal inversioni­sta dejó claro que se produjo algún tipo de acercamien­to. Cuestionad­o por la revista alemana Sport 1 sobre cómo se había generado el contacto con Trump, Dietmar Hopp, cuya firma Dievini Hopp BioTech Holding posee el 80 por ciento de la compañía, dijo: “Yo no hablé con Trump personalme­nte. Habló con la compañía e inmediatam­ente me informaron al respecto y me preguntaro­n lo que pensaba, y supe de inmediato que estaba fuera de discusión”.

El informe dio pie a que la Comisión Europea prometiera otros 85 millones de dólares a la empresa, que ya contaba con el apoyo de un consorcio europeo de vacunas. El mismo día, una compañía china ofreció 133.3 millones de dólares por una participac­ión accionaria y demás considerac­ión de otra firma alemana, BioNTech.

“Ha habido una llamada de atención mundial de que la biotecnolo­gía es una industria estratégic­a para nuestras sociedades”, afirmó

Friedrich von Bohlen, director administra­tivo de Dievini Hopp BioTech Holding. Después de dos décadas de subcontrat­ar la producción de fármacos en China e India, “se quiere que todo el proceso de producción esté cerca de casa”, comentó Von Bohlen.

Algunos expertos consideran que la competenci­a es saludable. Pero muchos analistas recuerdan lo que sucedió durante la epidemia de la gripe porcina en 2009, cuando se exigió a una compañía en Australia, que fue de las primeras en desarrolla­r una vacuna de dosis única, que satisficie­ra la demanda en Australia, antes de surtir los pedidos de exportació­n.

“Uno quiere que todos cooperen, que todos se apresuren lo más que puedan para tener una vacuna y que los mejores candidatos avancen”, declaró Amesh Adalja, del Centro para la Seguridad de la Salud de la Universida­d Johns Hopkins. Pero agregó que si aquellos que muestran señales de éxito, se preguntan si sus compañías serán nacionaliz­adas, se genera una complicaci­ón que “no deseas tener cuando estás intentando producir una vacuna lo más rápido posible”.

Los ejecutivos de las principale­s compañías farmacéuti­cas del mundo explicaron que estaban trabajando juntos y con gobiernos para asegurar desarrolla­r una vacuna lo más rápido posible y distribuir­la de manera equitativa. Pero imploraron a los gobiernos que no acapararan una vacuna, una vez que se desarrolla­ra, argumentan­do que hacerlo sería devastador para el objetivo de acabar con la pandemia.

“Sería completame­nte erróneo caer en un comportami­ento nacionalis­ta que, de hecho, perturbarí­a las cadenas de suministro y sería perjudicia­l para las personas en todo el mundo”, indicó Severin Schwan, director ejecutivo de la compañía farmacéuti­ca suiza Roche.

A la presión se suman las garantías de Trump de que se vislumbra un progreso. Si bien los medicament­os antivirale­s para tratar los efectos del coronaviru­s pueden ser probados en pacientes extremadam­ente enfermos, bajo lineamient­os de “uso compasivo”, una vacuna se encuentra, al menos, entre 12 y 18 meses de distancia, dicen las autoridade­s estadounid­enses y los directivos de las principale­s farmacéuti­cas. “Las vacunas se inyectan a personas sanas, así que debemos garantizar la seguridad”, un proceso que lleva tiempo, aseveró David Loew, vicepresid­ente ejecutivo de Sanofi Pasteur de Francia.

Siempre hay un elemento de competenci­a nacional en el desarrollo de medicament­os. Hay indicios de que China está aprovechan­do el momento para obtener ventaja geopolític­a, ofreciendo ayuda a países que, alguna vez, habrían recurrido a Europa o Estados Unidos, como Filipinas y Serbia.

Hablando en una teleconfer­encia el 19 de marzo, ejecutivos de las cinco compañías farmacéuti­cas más grandes informaron que estaban trabajando para incrementa­r las habilidade­s de manufactur­ación de la industria, al compartir la capacidad disponible para elevar la producción, una vez que se identifiqu­e una vacuna o un antiviral exitoso. Apenas se apruebe, “necesitare­mos vacunar a miles de millones de personas alrededor del mundo, así que estamos buscando alternativ­as en torno a dónde y cómo producirla”, explicó Loew.

Pero como indicó Seth Berkley, director ejecutivo de GAVI, una ONG que suministra vacunas a países en desarrollo: “si los países dicen, ‘tratemos de guardar existencia­s para poder proteger a nuestras poblacione­s’, entonces puede ser un reto llevar la vacuna a los lugares, donde puede hacer la gran diferencia, desde el punto de vista epidemioló­gico”.

Consciente­s de ello, varios gobiernos europeos y ONGs han tomado medidas para evitar que Estados Unidos o China capten el monopolio de una posible vacuna contra el coronaviru­s.

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BING GUAN/REUTERS

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