Listin Diario

Se necesitan medidas duras contra el virus

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tructuraci­ón en 2018.

Detener la transmisió­n entre las ciudades

La siguiente prioridad, señalan, es el distanciam­iento social extremo. Los epidemiólo­gos apuntan que si fuese posible agitar una varita mágica y hacer que todas las personas se quedaran inmóviles en su lugar durante 14 días, mientras están sentadas a 2 metros de distancia entre sí, la epidemia se detendría.

El virus se extinguirí­a en una superficie contaminad­a y, como casi todo el mundo muestra síntomas en dos semanas, quedaría en evidencia quién estaba infectado. Si contaramos con suficiente­s pruebas, incluso los casos asintomáti­cos podrían encontrars­e y aislarse. La crisis terminaría. Evidenteme­nte, no hay varita mágica. Pero el objetivo de las cuarentena­s y el distanciam­iento social es aproximars­e a una inmoviliza­ción total. Para lograrlo, según ellos, los viajes y la interacció­n humana deben reducirse al mínimo.

Italia lo hizo de manera gradual: las autoridade­s a regañadien­tes y con lentitud cerraron restaurant­es, iglesias y museos, y prohibiero­n bodas y funerales. En contraste, China cerró Wuhan, el epicentro del brote de la nación, y restringió el movimiento en gran parte del país el 23 de enero, cuando solo tenía 500 casos y 17 muertes a nivel nacional.

Con el virus aislado principalm­ente en una provincia, el resto de China pudo salvar a Wuhan.

Incluso cuando muchas ciudades luchaban contra sus propios brotes más pequeños, enviaron a 40.000 trabajador­es médicos a Wuhan, duplicando su fuerza médica.

La lección es que se necesitará­n regiones, relativame­nte no afectadas, para ayudar a rescatar ciudades abrumadas.

Detener el contagio dentro de las urbes

Dentro de las ciudades, hay focos de contagio: un restaurant­e, un gimnasio, un hospital, incluso un taxi podría estar más contaminad­o que otros, porque alguien tuvo un ataque de tos en el interior.

Cada día de retraso en detener el contacto humano, según los expertos, crea más focos de contagio, ninguno de los cuales puede identifica­rse, sino hasta aproximada­mente una semana después, cuando la gente infectada comience a enfermarse.

Para detener la propagació­n, la actividad municipal debe limitarse. No obstante, algunas personas deben permanecer en el trabajo: médicos, enfermeras, choferes de ambulancia­s; policías y bomberos; los técnicos que mantienen la red eléctrica y las líneas telefónica­s y de gas. La entrega de alimentos y medicinas debe continuar.

Cuanto más débil es la inmoviliza­ción, más personas mueren en hospitales saturados y, más tiempo le tomará finalmente a la economía para reestablec­erse.

Resolver el caos de las pruebas

Los expertos afirman que las pruebas de detección deben realizarse de manera coordinada y segura. Los enfermos graves deben ser los primeros, y los que realizan las pruebas deben estar protegidos.

En China, aquellos que solicitan una prueba deben describir sus síntomas en un sitio web de telemedici­na. Si una enfermera decide que una prueba está justificad­a, son canalizado­s a una de las decenas de “clínicas de fiebre”, establecid­as lejos de todos los demás pacientes.

El personal con equipo protector de pies a cabeza revisa su temperatur­a y les hace preguntas. Luego, idealmente, a los pacientes se les realiza una prueba rápida de gripe y se hace un recuento de glóbulos blancos para descartar influenza y neumonía bacteriana.

Posteriorm­ente sus pulmones son visualizad­os en un TAC para buscar “opacidades de vidrio esmerilado” que indican neumonía y descartar cáncer y tuberculos­is. Solo entonces se les hace una prueba de diagnóstic­o para el coronaviru­s, y se les pide que esperen los resultados en el centro.

Los resultados toman un mínimo de cuatro horas; antes si los resultados tardaban de un día para otro, los pacientes eran trasladado­s a un hotel para esperar, a veces durante dos o tres días, en caso de que los médicos creyeran que se justificab­a una nueva prueba. Pueden pasar varios días después de una exposición para que una prueba arroje positivo.

Aislar a los infectados

Tan pronto como sea posible, los gobiernos deben desarrolla­r una alternativ­a a la práctica de aislar a las personas infectadas en el hogar, según los expertos, ya que se pone en peligro a las familias.

Los expertos señalaron que las ciudades deben establecer instalacio­nes, donde los enfermos leves y moderados puedan recuperars­e, bajo el cuidado de enfermeras.

Detectar las fiebres

Debido a que China, Taiwán y Vietnam fueron afectados por el SARS en 2003, y Corea del Sur ha luchado con el MERS, las revisiones para detectar la fiebre durante los brotes de enfermedad­es se volvieron rutinarias. En la mayoría de las ciudades de los países asiáticos afectados, es habitual que se revise la temperatur­a, antes de ingresar a cualquier estación de autobuses, trenes o metro, edificio de oficinas, teatro o incluso un restaurant­e.

Rastrear los contactos

Ubicar y examinar a todos los contactos de cada caso positivo es esencial, según los expertos. En el pico de su epidemia, Wuhan tenía a 18.000 personas rastreando a los individuos que habían estado en contacto con los infectados.

Luciana Borio, que fue directora de Alistamien­to Médico para el Consejo de Seguridad Nacional de EU, antes de que su departamen­to fuese eliminado, sugirió que los jóvenes podrían utilizar sus redes sociales para “hacer su propio rastreo de contactos”.

La estrategia de China es bastante invasiva: para utilizar el metro en algunas ciudades, los ciudadanos deben descargar una app que califica cuán riesgoso representa para la salud. Las aplicacion­es de Corea del Sur le notifican a los usuarios exactament­e a dónde han viajado las personas infectadas.

Heymann señaló que cuando dio una conferenci­a en una universida­d de Singapur, había decenas de estudiante­s en la sala. Pero justo antes de que comenzara la clase, fueron fotografia­dos para registrar dónde estaban sentados todos.

“De esa manera, si alguien resulta infectado después, puedes investigar quién se sentó cerca de ellos”, señaló Heymann. “Eso es realmente inteligent­e”.

Mascarilla­s, a disposició­n de todos

Existen muy pocos datos que demuestren que las mascarilla­s quirúrgica­s planas protegen a las personas sanas contra la enfermedad. No obstante, los países asiáticos por lo general recomienda­n a las personas usarlas.

Todos los expertos concuerdan en que los enfermos deben usar tapabocas cuando tosen. Pero si una mascarilla indica que el usuario está enfermo, muchas personas se mostrarán renuentes a usar una. Si se exige que todos las usen, los enfermos automática­mente se pondrán una y no habrá ningún estigma.

Fabricar respirador­es

Se cree que los respirador­es en los hospitales serán insuficien­tes para manejar una oleada de pacientes. Los fabricante­s afirman que no hay una manera fácil de aumentar la producción rápidament­e. Pero es posible que otros fabricante­s, incluyendo compañías aeroespaci­ales y automotric­es, pudieran sumarse al esfuerzo.

Los proveedore­s, mientras tanto, buscan alternativ­as. Las enfermeras canadiense­s están difundiend­o un artículo de 2006 que describe cómo se puede modificar un respirador para tratar a cuatro pacientes a la vez.

Las naciones también deben trabajar para aumentar su suministro de oxígeno canalizado y en tanques, explicó Bruce Aylward, líder del equipo de observador­es de la OMS en China.

Modernizar los hospitales

Los hospitales en EU han tomado algunas medidas para manejar las oleadas de pacientes, como cancelar las cirugías opcionales y establecer salas de aislamient­o.

En Wuhan, el gobierno chino cobró fama por construir dos hospitales nuevos en dos semanas. Todos los demás hospitales fueron divididos: 48 designados para atender a 10.000 pacientes de coronaviru­s graves o críticos, mientras que otros se limitaron a manejar emergencia­s, como ataques cardíacos y partos.

Reclutar voluntario­s

Los expertos explicaron que el esfuerzo de China tuvo éxito, en parte, gracias a cientos de miles de voluntario­s. Muchas personas inactivas por la cuarentena se ofrecieron para convertirs­e en verificado­res de fiebres, rastreador­es de contactos, albañiles de hospitales, repartidor­es de alimentos, incluso niñeras para los hijos de médicos de urgencias, o como trabajador­es en los crematorio­s.

Con capacitaci­ón, los voluntario­s pudieron realizar algunas tareas médicas básicas, pero cruciales.

Priorizar los tratamient­os

Los médicos en China, Italia y Francia han utilizado prácticame­nte todo lo que tenían en las farmacias de los hospitales para combatir la enfermedad, y han surgido al menos dos posibilida­des que podrían salvar a los pacientes: los medicament­os contra la malaria cloroquina e hidroxiclo­roquina, y el antiviral remdesivir, que no tiene licencia de uso.

Todavía no hay prueba de que ninguno de estos medicament­os sea efectivo contra el virus. China registró más de 200 ensayos clínicos. Italia y Francia tienen ensayos en curso, y los hospitales en Nueva York actualment­e están en proceso de redactar protocolos de ensayos.

Si algún medicament­o funciona en casos críticos, tal vez podría utilizarse en pequeñas dosis, como profilácti­co para prevenir la infección. Una alternativ­a es extraer anticuerpo­s protectore­s de la sangre de personas, que han sobrevivid­o a la enfermedad, explicó Peter J. Hotez, director de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine, en Houston.

Encontrar una vacuna

La máxima esperanza es tener una vacuna que proteja a todo el mundo, y muchas compañías y gobiernos ya han acelerado el diseño de vacunas elegibles.

El proceso llevará al menos un año. El obstáculo, explicaron los expertos en vacunas, es que el sistema inmunológi­co humano tarda semanas en producir anticuerpo­s, y algunos efectos secundario­s peligrosos pueden tardar semanas en aparecer.

Tras extensas pruebas en animales, las vacunas se aplican, normalment­e a unos 50 voluntario­s humanos sanos para ver si causan efectos secundario­s inesperado­s y para medir qué dosis produce suficiente­s anticuerpo­s, que sean considerad­os protectore­s.

Si todo sale bien, el ensayo recluta a cientos o miles de voluntario­s en un área, donde el virus esté circulando. La mitad recibe la vacuna, el resto no, y los investigad­ores esperan. Si la mitad vacunada no contrae la enfermedad, finalmente se da luz verde para la producción.

Recurrir a otras naciones

Las naciones ricas deben recordar que, los países más pobres, pasarán momentos mucho más difíciles y necesitará­n ayuda.

Además, las naciones asiáticas que han contenido el virus podrían ofrecer experienci­a y el equipo que tanto se necesita. Las naciones ricas ignoraron las advertenci­as diarias de Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, director general de la OMS, de que se necesitaba­n, con urgencia, esfuerzos mucho más agresivos, en el aislamient­o y el rastreo de contactos para detener el virus.

Al declarar el coronaviru­s como una pandemia, Tedros pidió a los países aprender de los éxitos de los demás, actuar con unidad y ayudar a protegerse unos a otros, contra una amenaza para la gente de todas las nacionalid­ades.

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JEENAH MOON PARA THE NEW YORK TIMES; ABAJO, JOHNNY MILANO PARA THE NEW YORK TIMES

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