Crea una versión para hombres del flamenco
Una bailaora en un vestido rojo largo está sola de pie en la oscuridad, de espaldas al público. Una voz melancólica resuena y sus brazos aletean ligeramente, como si despertaran por su sonido acongojado. “Eres una rosa”, entona el cantaor. El cuerpo de la bailaora se mece ligeramente, como si tomara fuerzas, antes de darse la vuelta con un movimiento rápido.
Lo que el público ve es esperado y, al mismo tiempo, inesperado: una bailaora de flamenco peinada y vestida en el estilo tradicional, con mirada resuelta y concentrada. Pero la bailaora es un hombre, Manuel Liñán, creador y protagonista del espectáculo “¡Viva!”.
Con el flamenco como una música y una danza de siglos de antigüedad, que se desarrolló a partir del choque de culturas en el sur de España, lo que sigue es tanto sorprendente como refrescante: un show travesti por Liñán y seis bailaores hombre, luciendo vestidos coloridos y chales con flecos conocidos como mantones, además del cabello decorado con peinetas y flores.
Mientras uno baila, los otros lo acompañan con canciones, exhortos y batiendo las palmas, al ritmo de la música.
El espectáculo es algo nuevo para el público del flamenco tradicional: una exhibición sincera y animada de la identidad queer. Para Liñán, que es gay, bailar se ha convertido en una forma de expresar quién es él.
“Mis bailaores y yo nos interpretamos al bailar”, comentó.
“¡Viva!” ha sido ampliamente aceptado por el público y la crítica desde su estreno en Madrid, en 2019. Roger Salas lo describió en el diario español, El País, como “una de las mejores cosas que ocurren en este momento crucial en el flamenco y la danza española”.
Los bailaores de Liñán ejecutan alegrías, tarantos y bulerías tradicionales, bailes llenos de pasos rítmicos, arqueo de los brazos, golpeteo de las manos en los muslos, chasquidos con los dedos y giros pronunciados; así como danzas de la escuela bolera más académica, con sus pasos veloces tipo ballet.
Siendo un niño en Granada, Liñán anhelaba usar los vestuarios coloridos de sus ídolos femeninos, bailarinas y estrellas glamorosas del cine. “Me escondía en una habitación en mi casa, probándome faldas y maquillándome”, recordó.
En su formación en la danza se le enseñó a bailar “como un hombre”. A los varones se les enseñaba a no mover tanto las manos y las caderas y mantener más rígida la parte superior del cuerpo; a las mujeres se les instruía para hacer movimientos más voluptuosos y ornamentales para los brazos y el torso.
Liñán explicó que se sintió limitado por estas reglas: “mi cuerpo no podía evitar estos impulsos, y pronto empecé a mover las manos como me gustaba, y mis caderas. Comencé a moverme entre sexos”.
Fernando López Rodríguez, artista y teórico del flamenco, ha trazado el origen de la existencia de los artistas travestis en un libro que se publicará próximamente: “Historia queer del flamenco”.
En un correo electrónico desde Madrid, señaló que el flamenco siempre ha tenido un componente queer. A inicios del siglo XX, había cafés y salones de música, donde los artistas travestis convivían con ejecutantes del flamenco más tradicionales. Pero bajo la dictadura de Francisco Franco, los travestis quedaron en la clandestinidad hasta los 60, cuando empezaron a reaparecer.
España ha cambiado. Han transcurrido 15 años desde que se convirtió en uno de los primeros países del mundo en legalizar los matrimonios gays. El espectáculo de Liñán es producto de este cambio cultural. No obstante, Liñán reveló que él y sus bailaores han sido objeto de burlas homofóbicas, en la profesión y en internet. “Por supuesto, es doloroso, pero así es el mundo en el que vivimos”, afirmó.
Y, sin embargo, no hay duda de que “¡Viva!” es una celebración del arte del flamenco y su habilidad para conectar con un público amplio. Cuando se presentó en el Festival de Jerez el mes pasado, un crítico lo elogió, afirmando que “es algo de lo mejor que se ha visto en el festival, en sus 24 años de historia”.
Parece que el mundo del flamenco está listo para Manuel Liñán.