Nicaragua realiza los entierros a medianoche
MANAGUA — Pocas horas después de que Yamil Acevedo murió en un hospital, los trabajadores de una funeraria, enfundados en trajes contra materiales peligrosos, ataron su ataúd a una camioneta, condujeron a un cementerio y lo enterraron en la oscuridad de la noche.
Las familias nicaragüenses se han visto obligadas a realizar “entierros exprés”, sin tiempo para llamar a un sacerdote o comprar flores. Están ocurriendo de una manera tan desordenada, que a los familiares les preocupa que haya errores.
“Ni siquiera sé si la persona en ese ataúd era él”, confesó Amani, la hija de Acevedo.
Se han formado largas filas en los hospitales, y las farmacias se han quedado sin medicamentos. La popular temporada de béisbol se ha suspendido, con los jugadores negándose a salir al campo.
En todas partes hay señales de que el coronavirus está arrasando en Nicaragua. Pero el gobierno insiste en que tiene controlado el virus, con el menor número de muertes por Covid-19 en Centroamérica.
Nicaragua, una nación de 6.4 millones de habitantes, es una de las últimas en resistirse a adoptar medidas estrictas para frenar la propagación de la enfermedad. Nunca cerró sus escuelas. Tampoco los negocios. Durante la pandemia, el gobierno no solo permitió eventos masivos, sino que los organizó.
Sin realizar ninguna prueba de Covid-19, se les dice a las familias que sus seres queridos murieron de neumonía y —por temor a contagio— se les insta a sepultarlos lo antes posible.
Ante las críticas, el gobierno emitió un informe el 25 de mayo, en el que afirmaba que los críticos intentaban sembrar el caos, y que la mayoría de las personas en el país, el segundo más pobre del continente, no podía darse el lujo de perder el empleo, bajo un estricto confinamiento.
El gobierno comparó su enfoque con el de Suecia, argumentando que la respuesta de cada país debe adecuarse a su propia realidad.
Durante casi dos meses, reportó solo un puñado de infecciones. Sin embargo, a finales de mayo, cuando las señales de la propagación se volvieron evidentes, el conteo del gobierno aumentó 10 veces y el Ministerio de Salud ahora informa que ha confirmado 759 casos y 35 muertes.
El Observatorio Ciudadano, un grupo anónimo de 90 voluntarios de salud pública, que rastrean los casos de coronavirus en Nicaragua, calcula el número de muertes en 805. Al 30 de mayo, contabilizaban 3. 725 casos.
Acevedo relató que lo absurdo del diagnóstico de neumonía, que le dieron a su padre, un hombre de 61 años que murió después de dos
Los negocios y las escuelas nunca se cerraron.
semanas de enfermedad, fue resaltado por la hora de su funeral: la medianoche. “Mi padre no murió de neumonía”, aseguró. “Mi padre murió de Covid-19”.
La confianza en el gobierno nicaragüense es poca. Hace dos años, los levantamientos contra el presidente Daniel Ortega dejaron cientos de personas muertas o encarceladas. El gobierno ha dicho que sus opositores estaban intentando utilizar la pandemia para forzar el colapso económico y socavar la administración de Ortega.
Algunos médicos dicen que temen hablar, ya que podría costarles su empleo o algo peor.
Carlos Quant, jefe de la unidad de enfermedades infecciosas en el Hospital Manolo Morales, en Managua, señaló que, al menos, 100 trabajadores de su hospital no estaban trabajando porque estaban enfermos, no obstante el hospital dejó de realizarle las pruebas al personal para detectar los contagios.
Comentó que era probable que pocos de los pacientes que murieron por el Covid-19 tuvieran la causa de muerte correcta en sus certificados de defunción.
“No sé si es con una mala intención tener un conteo inexacto, ocultar información o datos, pero es muy fácil para el gobierno decir: ‘no, estas son neumonías atípicas’”, expresó. “Y, claro, son neumonías atípicas, porque no les hacen las pruebas”.
Como el gobierno tiene centralizadas las pruebas, es difícil que los hospitales privados realicen sus propios exámenes.
“Ocultan la información y ocultan las pruebas”, declaró Luis C. Siero Alfaro, cuyo padre, Cristóbal Siero Huembes, de 59 años, piloto de una aerolínea, murió el 15 de mayo.
“Las noches en que mi padre estuvo en el hospital militar, sacaban entre 15 y 20 personas por la parte de atrás. Uno podía verlo. Se veía a la gente que lo grababa”.
La vicepresidenta Rosario Murillo, que también es la primera dama, criticó esos videos diciendo que eran “fake news”, grabados en otros países. Pero un video que Siero grabó del cuerpo de su padre, cuando era llevado al cementerio al anochecer, demuestra escenas inconfundibles de Managua.