El virus castiga a países resentidos
por el coronavirus. Y en África los funcionarios sanitarios están preocupados por los recientes brotes de fiebre amarilla, cólera, sarampión y ébola, entre otras enfermedades.
Una muestra alarmante del grado en que el coronavirus ha trastocado las estrategias de salud mundiales es que los programas de vacunación en, al menos, 68 países han sido “sustancialmente obstaculizados”, de acuerdo con un comunicado publicado recientemente por la Organización Mundial de la Salud, la UNICEF y la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización, una asociación entre organizaciones públicas y privadas que ayuda a proporcionar vacunas a los países en desarrollo.
Las suspensiones podrían afectar a unos 80 millones de niños menores de un año y correr el riesgo de un resurgimiento de enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, la fiebre tifoidea, la fiebre amarilla, la meningitis, el tétanos y el cólera, indicaron las agencias.
La pandemia, aunada a otros inmensos desafíos de salud pública, “ha demostrado la vulnerabilidad de muchos países en diferentes maneras”, comentó Richard Mihigo, coordinador de la Organización Mundial de la Salud.
“Los países han estado casi de rodillas, paralizados”, continuó. “Es evidente que necesitan tener un sistema de salud mucho más resiliente para poder controlar cualquier brote o prepararse para el que pueda venir”.
El coronavirus llegó a América Latina mucho después de haber azotado a la mayoría del resto del mundo. Durante los primeros meses del año, los funcionarios de salud tuvieron que enfrentar varios problemas más inmediatos, incluido el dengue. En 2019, esa enfermedad devastó Latinoamérica, que registró su peor epidemia de dengue, con más de 3 millones de casos y más de 1.500 muertes.
El dengue sigue siendo una preocupación importante en América Latina y el Caribe. Según las estadísticas más recientes de la Organización Panamericana de la Salud, hasta la fecha se han registrado alrededor de 1.4 millones de casos en la región, menos que durante el mismo periodo del año pasado. Pero los funcionarios temen que esta cifra se deba a un recuento insuficiente, ocasionado por el enfoque en el coronavirus, que genera el Covid-19.
Nolasco, la directora regional de salud en la provincia norteña de Cortés en Honduras, relató que ya le han proporcionado más de 200 trabajadores suplementarios —médicos, enfermeros y microbiólogos, entre otros— para dotar de personal a los equipos médicos de respuesta rápida y realizar campañas educativas con visitas domiciliarias. Esas estrategias son las piedras angulares de su programa de salud pública para enfrentar el coronavirus y el dengue.
Sus equipos aún tienen dificultades para acceder a algunas áreas. Los residentes de ciertos vecindarios se han unido para bloquear la entrada a los trabajadores de la salud por temor a que sean portadores del virus.
Algunos pacientes, gravemente enfermos de Covid-19, buscan atención médica cuando ya es demasiado tarde. “La gente está llegando a las salas de emergencias para morir”, afirmó. “La lucha ahora es la educación”.