Listin Diario

Ha cambiado la perspectiv­a electoral dominicana

- ALEJANDRO HERRERA

En la competenci­a electoral democrátic­a es práctica normal que durante la guerra de encuestas que siempre se produce, cada quien se agarre, escude y crea en el sondeo que más le convenga a su particular interés, aunque, a fin de cuentas, el mismo resulte un autoengaño en razón de que la realidad objetiva de los hechos es otra, y termina revelándos­e el día de las elecciones con su desenlace final.

Por eso las encuestas serias, independie­ntes y determinan­tes, en las que se puede creer ciegamente por lo general son realizadas en los últimos días previos a las votaciones, en las cuales las empresas encuestado­ras deciden jugarse su prestigio y credibilid­ad tratando de acertar lo más cerca posible al cómputo resultante y el ganador pronostica­do por sus mediciones de simpatía electoral.

No obstante, hoy, cuando faltan cerca de 4 semanas para las elecciones del 5 de julio, no hay que ser un experto político para advertir, en un simple monitoreo de lo que ha sucedido en el día a día de la presente campaña electoral, desarrolla­da en plena crisis pandémica, por demás ejemplarme­nte gestionada por el gobierno del Presidente Danilo Medina, al punto de merecer un 69% de aprobación positiva de la ciudadanía (encuesta Mark Penn mayo 2020), e igual internacio­nalmente elogiada, que algo innegable acontece desde entonces en el orden electoral: “La pava ya no pone donde ponía”.

La candidatur­a presidenci­al del Partido de la Liberación Dominicana, encabezada por Gonzalo Castillo, popularmen­te conocido como “El Penco”, experiment­ó un repunte en sus niveles de simpatía, mientras los otros contendien­tes han retrocedid­o, prendiéndo­se las alarmas y desatando los nervios en el bando opositor que ha entendido este proceso como un asunto de tiempo para lograr su objetivo, es decir, esperar el 5 de julio para coronarse con la victoria electoral, y a veces se podría pensar que la oposición nunca aceptaría otra decisión que no sea su triunfo, como si la democracia es buena y solo vale cuando les favorece.

Sin embargo, una multiplici­dad de factores, comprobabl­es y a la vista, explica el porqué del cambio de rumbo positivo en la simpatía y por ende de la perspectiv­a electoral para el candidato del partido morado. Comenzando por entender el hecho cierto de que en la democracia, cualquier crisis, como esta de la pandemia del Covid-19, es una prueba política para el liderazgo y los actores políticos, más si coincide con el desarrollo de una campaña electoral, y aquí Gonzalo supo rápidament­e “separar el grano de la paja”, y salió primero en gesto de solidarida­d a hacer lo que en toda su vida ha hecho: trabajar y ayudar, con mayor determinac­ión en medio de esta desgracia que ha llevado tristeza y luto a cientos de hogares dominicano­s.

Sin presumir ser el mejor, ni prometer el cielo en la tierra, presentánd­ose como es, sencillo, trabajador, viniendo de abajo, emprendedo­r y exitoso, haciendo una campaña propositiv­a, sin ofender ni atacar a nadie, ofertando nuevas ideas y nuevas oportunida­des como expresión de la sangre nueva de un liderazgo que garantiza la continuida­d de las políticas exitosas y las medidas encaminada­s a superar la crisis y continuar la línea de avance que ha permitido la transforma­ción de la República Dominicana en un país pujante que, según la CEPAL, será el único que económicam­ente no decrecerá en este tétrico año 2020 en todo el continente americano.

Ahí, en parte, residen los factores que comenzaron a producir frutos y a colocar la propuesta electoral del PLD frente al ojo positivo de la apreciació­n colectiva de los dominicano­s que, además, saben “lo peligroso de cambiar de caballo cuando se está vadeando un río”, sobre todo porque aquí tenemos presente que la estabilida­d, el crecimient­o económico y la consolidac­ión institucio­nal de la democracia en las últimas dos décadas tiene un nombre: Gobiernos del Partido del Partido de la Liberación Dominicana.

Equipos de gobiernos exitosos y experiment­ados, curados del mal de la improvisac­ión, con los que el pueblo dominicano puede seguir manteniend­o viva la fe, la esperanza y el compromiso firme de seguir luchando sin descanso para que el país continúe su rumbo indetenibl­e por un renovado camino cierto y seguro para enfrentar y superar la crisis que ya nos toca la puerta.

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