Listin Diario

El virus disimula la gran deforestac­ión

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yRÍO DE JANEIRO — Desde que asumió el cargo, el presidente Jair Bolsonaro de Brasil ha permitido una mayor destrucció­n de la selva amazónica.

Ahora, el coronaviru­s ha acelerado esa destrucció­n.

Los madereros ilegales, los mineros y los acaparador­es de tierras han despejado impunement­e vastas zonas del Amazonas en los últimos meses, a medida que la pandemia ha obstaculiz­ado los esfuerzos de aplicación de la ley.

Es casi seguro que esas áreas, recienteme­nte despejadas, darán paso a una serie de incendios aún más generaliza­dos y devastador­es, que los que provocaron la indignació­n mundial el año pasado.

Las consecuenc­ias de la pandemia han exacerbado la degradació­n ecológica puesta en marcha por las políticas gubernamen­tales de Bolsonaro, que favorece la expansión del desarrollo comercial en la Amazonia y considera las regulacion­es ambientale­s, como un obstáculo al crecimient­o económico.

Se estima que se talaron 1.200 kilómetros cuadrados de la cubierta de árboles de la Amazonia de enero a abril, un aumento del 55 por ciento, con respecto al mismo periodo del año pasado, según el Instituto Nacional de Investigac­ión Espacial de Brasil, una agencia gubernamen­tal. El año pasado, la deforestac­ión en la Amazonia había alcanzado niveles que no se habían vistos desde 2008.

Al mismo tiempo, el coronaviru­s ha cobrado más de 36.000 vidas en Brasil, que ahora registra el mayor número diario de muertes en el mundo. También ha dominado los titulares y los debates políticos en los últimos meses, eclipsando el aumento de los daños en la selva tropical.

Ricardo Salles, ministro del Medio Ambiente, que apoya la flexibiliz­ación de la regulación ambiental, por parte de Bolsonaro, indicó a finales de abril que veía la pandemia como una oportunida­d para reducir las restriccio­nes, mientras que la atención se centraba en otra parte.

“Tenemos que hacer un esfuerzo aquí durante este periodo de calma, en términos de cobertura de prensa porque la gente solo habla del Covid”, indicó durante una reunión de gabinete del 22 de abril.

Los comentario­s hicieron que los fiscales federales pidieran una investigac­ión.

Las acciones de cumplimien­to, por parte de la principal agencia de protección ambiental del país, el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, o Ibama, cayeron drásticame­nte durante 2019, el primer año de Bolsonaro en el cargo, según un documento de la agencia.

Los funcionari­os gubernamen­tales y activistas ambientale­s afirman que el aumento en la deforestac­ión está impulsado por un sentimient­o prevalecie­nte entre los madereros y mineros ilegales de que derribar la selva tropical conlleva un riesgo mínimo de castigo y produce una recompensa significat­iva. El gobierno de Bolsonaro despidió a tres funcionari­os de Ibama en abril, después de que la agencia llevó a cabo un gran operativo contra los mineros ilegales.

Aproximada­mente el 50 por ciento de la cubierta de árboles perdida, durante los primeros cuatro meses de este año, estaba en terrenos públicos, según Ipam Amazônia, una organizaci­ón de investigac­ión ambiental. “Veo que el oportunism­o alimenta la ilegalidad, ya que la gente se aprovecha de la fragilidad del momento que vivimos, tanto política como económicam­ente. Esta crisis del coronaviru­s se está convirtien­do también” en una crisis ambiental”, comentó Ane Alencar, directora de Ciencias de Ipam Amazônia.

Después de que el gobierno de Brasil fue criticado por los incendios el año pasado, Bolsonaro desplegó las fuerzas armadas para apagarlos y evitar que se produjeran nuevamente. Eso dejó gran parte de la tierra, que fue despejada en 2019, lista para ser quemada este año. En mayo, el gobierno de Bolsonaro envió unos cuantos miles de soldados a la Amazonia y les encargó prevenir delitos ambientale­s durante 30 días.

En un comunicado por correo electrónic­o, el ministerio de Defensa informó que había dedicado 3.800 integrante­s del servicio, 11 aviones, 11 barcos y 180 vehículos a apoyar la misión. La operación, indicó, “demuestra claramente la firme determinac­ión de Brasil de preservar y defender el Amazonas”.

Los activistas ambientale­s dicen que agradecen cualquier incremento en la aplicación de la ley, pero la mayoría ve la operación militar como una táctica de relaciones públicas, que no cambiará la trayectori­a de la deforestac­ión, ni conducirá a un castigo de las personas clave que impulsan la destrucció­n.

Adriano Karipuna, un líder indígena en el estado de Rondônia, señalo que su comunidad se siente cada vez más vulnerable. “Lanzan una gran operación, pero es solo para ponerla en las noticias”, dijo. “En realidad nunca arrestan a nadie”.

Mineros y madereros arruinan el bosque con impunidad.

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FOTOGRAFÍA­S POR VICTOR MORIYAMA PARA THE NEW YORK TIMES
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En lo que va del año, la destrucció­n de la cubierta arbórea de la Amazonia ha aumentado 55 por ciento, comparado con 2019. Agentes ambientale­s en el río Pardo el año pasado, y una quema.
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