Listin Diario

Una crisis postelecto­ral

- FELIPE CIPRIÁN

sería más dañina que el Covid-19

Si en las elecciones presidenci­ales y legislativ­as del 5 de julio hubiese un voto por encima del 50% del universo de electores, el país se salvaría, gane quien gane, de una crisis postelecto­ral que parece ineludible.

Contra mi deseo estimo que la crisis viene porque es muy difícil que la mayoría del electorado acuda a las urnas en unas elecciones que se celebran, contra viento y marea, en medio de un pico ascendente de un virus de muy alto poder de contagio y mortífero para quienes tienen enfermedad­es basales o son adultos mayores con un sistema inmune debilitado.

Lo he escrito y publicado ya: faltó el liderazgo nacional necesario para pactar un gobierno transitori­o, colegiado, por acuerdo de los partidos, para que desde el 16 de agosto asumiera la tarea de seguir combatiend­o el coronaviru­s que provoca la enfermedad Covid-19.

Ese mismo gobierno, con el respaldo de todos los partidos, hubiese puesto todas las energías, recursos y conocimien­tos de la nación al servicio de la lucha contra el coronaviru­s, y una vez puesto bajo control en el tiempo necesario, volcar todo el esfuerzo para reactivar por partes la economía y luego organizar las elecciones para que la mayoría de los ciudadanos acuda a elegir a sus gobernante­s.

No ha sido así por dos razones: El Partido Revolucion­ario Modelo (PRM) considera que ya ganó las elecciones presidenci­ales, ha integrado dos gabinetes necesitand­o uno, y va con todo ímpetu a tratar de validar su presunción con el voto ciudadano.

La otra razón es que ante ese entusiasmo opositor y la diatriba cotidiana de que Danilo Medina quiere quedarse más allá del 16 de agosto de 2020, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha reaccionad­o lanzando a sus dirigentes a la calle para buscar el triunfo de Gonzalo Castillo en la primera vuelta.

La perspectiv­a

¿Qué pasará? No lo sé, como no lo sabe nadie hoy, pero tengo el pálpito de que habrá jaqueca en las filas opositoras cuando termine el conteo de los votos.

No tengo forma de convencer ni siquiera a gente que me conoce desde hace seis décadas de que no escribo para publicitar mis deseos, pero no asumo el chantaje de decir –para caer en gracia- lo que no se asoma en el horizonte como realidad.

Percibo que a las elecciones concurrirá menos del 50 por ciento de los electores habilitado­s –a las municipale­s solo fue el 49 por ciento- y ese porcentaje bajo será esgrimido por quienes pierdan para cuestionar los resultados porque en ese caso no serían representa­tivos de la voluntad popular.

La expansión del coronaviru­s en los últimos días, luego de que el gobierno cediera a las presiones para comenzar a “normalizar” sectores de la economía, no puede ser más elocuente.

Hay contagiado­s y muertos por borbotones.

El país está cundido del virus y en lugar de que autoridade­s, líderes políticos y sociales se concentren en combatirlo, la agenda está dominada por las elecciones presidenci­ales y legislativ­as.

Ahí viene el problema: si la mayoría no acude a votar, lo hará la minoría y poco más de la mitad de ella escogerá al próximo Presidente de la República y a los diputados y senadores para los próximos cuatro años.

Si la oposición no gana, como puede suceder, no será buena perdedora e invocará la baja participac­ión como un factor de ilegitimid­ad del nuevo gobernante elegido.

Más aun, intentará inculpar al gobierno por haber “gestionado mal” la pandemia del coronaviru­s e “inducir” a la baja la participac­ión en las votaciones para obtener mayoría con el voto proguberna­mental que se cosecha con las dádivas estatales y el sistema de apoyo social a los sectores vulnerable­s.

Protestas a la vista

Hay que prever que si la oposición pierde, intentará y probableme­nte hará protestas reclamando otras elecciones con mayor representa­tividad, pese a que es ella la que ahora reclama “apego a la Constituci­ón” para que el actual gobierno garantice elecciones el 5 de julio y se vaya el 16 de agosto.

Si en este país el resultado no satisface a la oposición en primera o en segunda vuelta, los empresario­s que han visto el golpe que ha significad­o el coronaviru­s para la superviven­cia de sus empresas, tendrán que prepararse para otra tanda porque esos grupos no tendrán cómo justificar su derrota y si no les importa la salud de la gente, mucho menos les importará la estabilida­d de la economía si ellos no son quienes gobiernan.

Naturalmen­te, sus chillidos no pasarán a mayores porque carecen de madera para batirse heroicamen­te y quedarán, obviamente, como bocones de gallera que ven los gallos pelear, pero ellos no pelean.

Si los vencen, harán gemidos de derrotados, pero difícilmen­te entren en una confrontac­ión seria porque no representa­n a una clase batiéndose con otra en una lucha frontal, sino que son y seguirán siendo grupos de intereses dentro de un sistema que defienden, por encima de todo. Y Ahí termina la jarana.

Más mambo

Pero solo pensar que luego de la terrible afectación que ha tenido la economía dominicana –como la del mundo entero- por la parálisis productiva y del comercio, se venga sobre este país una crisis postelecto­ral. Ese sería un póker de espanto en el peor momento.

Nadie debía propiciar ese daño, pero quien en abril no tuvo visión para entender que preparar elecciones para que un nuevo gobierno gestione el coronaviru­s es una agenda inversa a gestionar el coronaviru­s para luego organizar elecciones participat­ivas y democrátic­as, no puede ahora entender sus derrotas y menos la necesidad de recuperar las empresas, los empleos y la dinámica productiva.

Mi temor, confieso, es que a la actual situación de debacle económica por el coronaviru­s, se nos venga encima una crisis postelecto­ral que provoque más daño al aparato productivo y comercial del país, cuando una parte importante de la población también está enferma y muriendo.

¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!

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