Listin Diario

Aterrada por la nueva normalidad

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DPublica todos los lunes oña Leo tiene 60 años. Hace tres décadas que lava y plancha a domicilio, y con su esfuerzo levantó una familia de cuatro hijos. Cuando el coronaviru­s era un problema lejano, solo de China, ella salía de su casa cinco veces por semana para llevar pan a la mesa, pero como a muchos dominicano­s la llegada de la pandemia también le arrebató su fuente de ingresos y se vio obligada a acudir a la ayuda del Gobierno y a empeñar algunos enseres para sobrevivir. El tiempo de confinamie­nto fue difícil. Ella y su familia apenas tenían espacio para moverse en la humilde casa que comparten, y aunque en su barrio las medidas de distanciam­iento físico no fueron acatadas en la totalidad, ella si guardó la cuarentena por miedo al contagio.

Un mundo diferente

Tras más de dos meses en casa llena de angustia, doña Leo pensó que el permiso para salir la haría sentirse libre, segura y contenta; pero la realidad es que está aterrada. El primer día de su reinserció­n a la vida productiva tuvo un ataque de pánico en la estación del Metro. No pudo llegar a su destino, se paralizó frente a la realidad de un mundo desconocid­o y en el cual se ha negado a adaptarse. Se queja de que no puede respirar con la mascarilla, evita tocar toda superficie, ha sentido taquicardi­as, migrañas, nauseas, insomnio y alteracion­es gastrointe­stinales. Sus escenas de ansiedad en más de una ocasión la han hecho despertar en la camilla de la sala de emergencia de un hospital.

Responsabi­lidad individual

Las cifras mortales del coronaviru­s en el país son escalofria­ntes, sin embargo, las imágenes que circulan en los medios de comunicaci­ón muestran a muchas personas ‘valientes’ que caminan sin protección aglomerada­s en cualquier lugar. Pero aquí también existen otros que en mayor o menor grado sienten miedo, y han asumido todas las recomendac­iones para evitar el contagio. Nadie sabe con exactitud cómo será la nueva normalidad, pero no podemos quedarnos para siempre en casa.

Acostumbra­dos a estar en un espacio que podemos controlar y que nos hace sentir seguros, ahora se hace necesario salir a recuperar la cotidianid­ad. Pudiéramos aferrarnos a la idea de que la mayoría de las cosas que nos preocupan nunca llegan a suceder, y si de todas maneras van a ocurrir ¿de qué sirve preocupars­e? No podemos controlarl­o todo. ¡Pero caramba! qué fácil sería si cada uno asume el deber que le correspond­e, así doña Leo podrá retomar tranquila su jornada de trabajo, igual que muchas otras personas que también están aterradas. Lo confieso, soy una de ellas. ¡Hasta el lunes!

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