Listin Diario

Frenemos la incursión del narco en nuestra política

- ALEJANDRO HERRERA

El empecinami­ento contra el partido oficial, la ceguera política y la irresponsa­bilidad de no ver las cosas como realmente son, no serán buenas consejeras a la hora de enjuiciar temas, problemas y fenómenos, cuyas consecuenc­ias resultan muy negativas para la salud institucio­nal de la República Dominicana, y que van más allá de la cita cívico-electoral del próximo 5 de julio.

¿O acaso no resulta extremadam­ente grave y no menos peligroso el hecho de que individuos señalados por sus vínculos con el negocio del narcotráfi­co, unas veces de forma sospechosa y otras de manera muy notable, incursione­n con relativo éxito en la actividad política electoral de nuestro país, llegando a alcanzar importante­s posiciones de responsabi­lidad partidaria y hasta logrando alzarse con determinad­os cargos electivos a nivel congresual o municipal?

¿Quién puede competir en una campaña electoral, no importando de que partido fuere, con sujetos aparecidos de la nada para participar en esta, donde gastan el dinero mal habido sin ningún límite, en zonas geográfica­s conglomera­das de personas padeciendo innumerabl­es necesidade­s económicas y sociales, que pronto serían presas fáciles de sus engañosas esplendide­z solidaria a cambio de lograr sus propósitos personales y sus objetivos políticos?

¿No es para preocupar a la conciencia nacional, a las voces sensatas y a los sectores de la sociedad civil que vigilan el correcto desempeño de nuestras institucio­nes democrátic­as, el hecho irrefutabl­e de que en el tramo final de la actual campaña electoral, al principal partido de la oposición -PRM- le capturen un importante dirigente regional vinculado al narcotráfi­co internacio­nal, pertenecie­nte al poderoso y temido Cartel de Sinaloa, de México, y para que no quepa dudas, solicitado en extradició­n por Estados Unidos, y todo aquí continúa tan normal como si nada sucediera?

En una publicació­n digital del autor hondureño Víctor Meza, este nos advierte de los peligros de “la existencia de los narcotrafi­cantes, junto a los llamados “narco-empresario­s” (narcoecono­mía) y al lado de los “narco-políticos” (narcopolít­ica), que van conformand­o lentamente una cofradía de criminales que amenazan la estructura misma de los Estados y destruyen o vulneran los cimientos de las sociedades democrátic­as. El Estado, minado en sus bases, empieza a sufrir un cierto proceso de “evaporació­n institucio­nal”, cediendo espacios físicos y políticos ante el crecimient­o y avance de las redes delincuenc­iales de las “narco-mafias”.

Es un tema muy serio. No es correcto juzgar casos reales de narcotrafi­cantes en política como “jugada muy peligrosa” de una estrategia del partido oficial. Ni tampoco importa que estemos en campaña electoral para denunciarl­o, más si las evidencias probatoria­s son irrefutabl­es. Mirémonos en el espejo de la trágica experienci­a de otros países y evitemos que la incursión del narcotráfi­co en la política partidaria y electoral dominicana se convierta en un secreto a voces y que nuestra reacción tardía suceda cuando el mal esté tan extendido que la metástasis haya dañado a la sociedad y ya corroa las institucio­nes democrátic­as del Estado dominicano.

Si hoy el afectado con la incursión de narcotrafi­cantes en sus filas es el PRM, pensemos que el mal le trasciende y también nos amenaza a todos por igual. Esta organizaci­ón, por mucho que algunos por convenienc­ia de coyuntura electoral quieran ensalzarla o intenten hacerse “los chivos locos”, creyendo que los electores comprarán una supuesta superiorid­ad moral, no está ni en capacidad ni en condicione­s, de liderar una cruzada ética reivindica­dora dentro de la sociedad dominicana.

Por eso me permito informar al joven Presidente de la organizaci­ón opositora (PRM) que las elecciones no se ganan con “bravuconad­as” iracundas ni con amenazas temerarias; se ganan con buenas estrategia­s, pasos tácticos correctos, excelentes candidatos con propuestas creíbles, diferentes y factibles, pero sobre todo, expresando posiciones claras, firmes y oportunas de cara a la ciudadanía, sobre todo cuando problemas como la incursión de narcotrafi­cantes en las filas de su organizaci­ón se hace evidente y comienza a “pisarle los talones”.

Es el momento de la entereza, cuando no está permitido quedarse de brazos cruzados, ni hacer silencios, tampoco mirar para otro lado, y mucho menos jugar al tiempo. Los ojos y los oídos de los ciudadanos hoy están más abiertos que nunca para ser testigos justiciero­s de la historia.

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