Listin Diario

Dime la hora

- LUIS ROSARIO Publica los miércoles

La gente se vuelve maniática y nerviosa queriendo saber la hora. Generalmen­te ni ellos mismos saben para qué quieren saber la hora.

Antes era muy frecuente ver personas con un reloj de pulsera e incluso hacían alarde de la marca, del tipo de reloj que llevaban y del material que estaban hechos. Las industrias de los relojes se ha desplomado y solamente quedan algunas personas que todavía se ufanan de llevar ese artículo en la pulsera.

Realmente no se sabe para qué lo llevan, porque si es para ver la hora, todos los teléfonos móviles nos ofrecen esa informació­n. Hasta en las pantallas de la televisión se van generalmen­te actualizan­do las horas, los minutos e incluso los segundos .

Desde el tiempo de los relojes de sol ha llovido mucho. Y esos instrument­os que funcionaba­n de acuerdo al momento en que la luz solar brillaba y la sombra que reflejaba esa luz en una manecilla ofrecía la oportunida­d de ubicarse con cierta precisión en el momento del día en que la sociedad estaba desempeñan­do su actividad usual. Eran instrument­os muy útiles para la sociedad y todavía quedan algunos como muestra del pasado y de la ingeniosid­ad de ese tipo de ingeniería.

¿Para qué queremos saber la hora? ¿Hay algo de provecho en saber eso? A menos que no sea para regular las actividade­s diurnas y la finalidad de ser puntuales cosa no muy frecuente entre nosotros ¿Pero para qué queremos saber la hora a no ser que nos dé una ventaja humana y espiritual?

A la Fundadora, con Don Bosco, del Instituto de las hijas de María Auxiliador­a, también conocidas como Salesianas, se le acercó una hermana, preocupada por la hora, y le preguntó, qué hora es. Madre Mazzarello no le respondió en el momento, pero ante la insistenci­a le dijo: “¿Qué hora es? Es la hora de amar a Dios”.

En cada momento de la vida, siempre, y en cualquier lugar y circunstan­cias, en medio de nuestras actividade­s diarias, deberíamos preguntarn­os qué hora es y sobre todo respondern­os a nosotros mismos: Es la hora de amar a Dios, porque esto es lo único que cuenta en la vida; todas las otras cosas son secundaria­s.

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