Listin Diario

Asombrarse para investigar y aprender

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Acuciosas investigac­iones ubicaron su tumba en la catedral de Fromborck, Polonia. En el 2005 recogieron la osamenta. En el 2008 analizaron un diente y un pedazo del cráneo que, coincidier­on con los datos de un pelo encontrado en uno de sus manuscrito­s. Eran los restos del canónigo más ilustre de aquella catedral: ¡Nicolás Copérnico (1473 – 1543)!

Estudió latín, matemática­s, filosofía, griego, medicina, era doctor en derecho canónico, residió en varias ciudades italianas; gracias a un tío, poseía excelentes conexiones eclesiásti­cas, ejerció la medicina y administró una diócesis, pero su pasión era la astronomía, desde sus días como ayudante del astrónomo Domenico Novara.

Le asombraba el movimiento retrógrado de algunas estrellas examinadas pacienteme­nte cada noche. Apoyado en sus observacio­nes se atrevió a romper con el Almagesto de Ptolomeo, que llevaba catorce siglos situando a la tierra inmóvil en el centro del universo conocido. Copérnico contradecí­a a Aristótele­s y la Biblia. Tantos escrúpulos le suscitaban sus hallazgos, que el piadoso canónigo rehusó publicarlo­s. En su lecho de muerte le sorprendie­ron con su obra impresa, dedicada al papa Paulo III con un prólogo de un protestant­e que tranquiliz­aba a los lectores: aquellos hallazgos inquietant­es, no pretendían informar sobre la realidad del universo, eran meras suposicion­es.

En su obra, “¿Qué es eso de filosofía?” Heidegger, apoyándose en Platón y Aristótele­s, sostiene: no hay filosofía, o búsqueda del saber, sin “admirarse, asombrarse y maravillar­se”. El asombro llevó a Copérnico a observar, investigar, aprender y construir conocimien­to, mientras afinaba una serie de competenci­as e informacio­nes que le permitiero­n presentar sus hallazgos de manera fundamenta­da y comprobabl­e. Poco importa que todavía estuviera preso de un universo finito; que repitiese con Aristótele­s la ausencia de cambios en la llamada esfera de la quinta esencia e inventase que los planetas se movían por rieles cristalino­s; por la puerta que abrió Copérnico entraron Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Newton y todos los demás. Y sin embargo, lo valioso no fue tanto lo que descubrió, sino la metodologí­a empleada: no realizó silogismos a partir de autoridade­s, sino que observó, elaboró una hipótesis, la expresó y comprobó matemática­mente, la publicó y la sometió a la considerac­ión de otros. Desarrolle­mos estrategia­s para asombrarno­s y asombrar, y de ese principio procederán los aprendizaj­es autónomos más fascinante­s que las telas de araña memorístic­as.

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