Listin Diario

La Cuesta y El carrito de Marchena

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Aquí estamos, justo en el medio de un terrible valle de incertidum­bres porque, de los tres principale­s partidos políticos con alguna posibilida­d, uno está seguro de que no puede perder; el otro está convencido de que ya ganó; y un tercero, sin posibilida­d de vencer, participa casi feliz en el proceso porque lo suyo es hacer perder.

Todo esto dificulta un proceso electoral que ya se había complicado por la suspensión de las elecciones municipale­s de febrero, y sus efectos en la credibilid­ad de la JCE.

Además, en las elecciones del domingo está en juego la salida del poder de un proyecto político que ha gobernado 20 de los últimos 24 años y, al mismo tiempo, en juego está la llegada de otro proyecto que, aunque reciclado en su nombre y joven directiva, hace 15 años que los suyos sólo reciben “caricias de emergencia” del Presupuest­o Nacional, o ganan alcaldías, diputacion­es, senadurías, pero esos no son vientos que tumban cocos. Así no hay pollo que llegue a gallo. Si de caricias de emergencia solo nacen amores de paso, (y siempre se vuelve al principio, ay), con miguitas del erario no se satisface el hambre de un partido con gran parte de su militancia en olla, con sus financiado­res inversioni­stas, ahítos de cenas carísimas. Y es que, en política, como en el amor, ganar la batalla no es suficiente, hay que ocupar la plaza.

Lo que está en juego el domingo ya era suficiente­mente grave, definitivo y definitori­o cuando... “Entonces, llegó Fidel”, y no el Comandante, sino la pandemia que ha venido a pervertirl­o todo y a convertir la campaña electoral y el mismísimo país en un solo Pandemóniu­m de irresponsa­bles, replicados por doquiera y por razones diversas. Cuando se llega al final de una campaña con tal escenario, y uno observa cómo la desesperac­ión lleva a algunos a delinquir violando infografía­s ajenas, o difamando con manipulaci­ones burdas, entonces es el momento de ofrecer un consejo no pedido: Compórtese. Que la certeza de su derrota no le conduzca a mostrar sus peores intencione­s y que, a falta de razones, no le seduzca la indecencia. Tranquilos, que el domingo también pasará, y el próximo sábado nos encontrare­mos de nuevo manoseando libros sin Covid en Cuesta, o desayundo bohemios en “El carrito de Marchena”, en el Santiago de todas las primacías americanas... “como un corazón”.

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