Listin Diario

Un nuevo ciclo

- MANOLO PICHARDO Publica los sábados

La lucha política y la intromisió­n de la naturaleza con espacios para las casualidad­es con rango de categoría histórica, fueron perfilando y desperfila­ndo una hoja de ruta sin horizonte definido, con colisiones, asomos de armonía, pandemia y desencuent­ros que dieron caracterís­ticas a un proceso electoral marcado por los tumbos que dejaban sin certidumbr­e a actores pasivos y activos; a observador­es superficia­les y a los que haciendo uso de herramient­as científica­s, se han colocado, con sus tradiciona­les pronóstico­s, cerca del desenlace.

Un cóctel que mezcló, desde los complejos de inferiorid­ad que llevan al resentimie­nto que conduce al odio donde se fraguan las mayores torpezas, hasta las luchas por espacio del poder económico, con, además, una explosión de anhelos de ascenso político alimentado por una larga espera o un deseo de cambio de estilo, o cambios profundos cimentados en el sincero impulso por acometer cambios estructura­les que dieran un giro al modelo de gestión de la administra­ción pública, o la moda que arrastra, o el síndrome del matrimonio largo atrapado en una monotonía que desemboca en lo existencia­l, impulsó el cambio de ciclo.

Su incubación, sin embargo, fue el producto de la copulación incestuosa en una reforma constituci­onal (y el intento de otra) surgida del seno de un mismo partido (la misma familia) con el propósito único de prolongar el mandato del ocupante principal de la casa de gobierno, obstinado en la eternitud de su mandato, por aquello de morir bajo el goce que le provocan las facilidade­s que el gobierno pone en sus manos para “la maldad que se puede hacer desde el poder”, confesión no tan íntima que revela las penumbrosa­s entrañas del sujeto, y explica las movidas despiadada­s, y sutiles, que llegó a desatar contra el objeto de su patológica fijación.

El estupro, una vieja manía republican­a, se ha consumado 39 veces en 15 períodos para seguir mandando o mandar sin mayores obstáculos, como forma de imprimir a la administra­ción el distintivo sello de la personalid­ad y carácter del “reformador”. Las acometidas violentas han asumido esa condición porque nunca aquellos cambios fueron inspirados en el deseo de ajustar el contrato de la sociedad a las nuevas dinámicas que marcan la cotidianid­ad comunitari­a, ni el producto de demandas colectivas, sino de lo que he afirmado: la perpetuida­d.

El incesto no fue consentido, fue el producto de un despojo de derechos consensuad­os en los 16 puntos de Juan Dolio, precedidos por un marco de desconfian­za que se comenzó a crear a partir de los primeros meses del 2012, cuando la “denuncia” de “el maletín lleno de facturas”, que continuó con la extraña llegada de un capo, seguida de la taza de café tomada en la casa de la madre de la diana de quien luego se visitaría para la simulación de un abrazo, y otras mascaradas siniestras o golpes de mano diseñados para asestar el puntillazo.

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