Listin Diario

En California, menos reclusos apagan el fuego

- Por THOMAS FULLER

VACAVILLE, Calif. — Se lanzan a las zonas de fuego con mochilas, que pesan 25 kilos y motosierra­s de casi un metro de longitud, talando árboles y cortando matorrales para hacer caminos de tierra anchos, alrededor de cualquier cosa que valga la pena proteger. Los uniformes color naranja brillante los distinguen de otros bomberos y los identifica­n como presos de las prisiones estatales de California.

“Es lo más difícil que he hecho en mi vida”, afirmó Ricardo Martin, que se convirtió en un recluso bombero, mientras cumplía una sentencia de siete años por conducir en estado de ebriedad y herir a otro automovili­sta en un accidente. “Pero nos enorgullec­emos especialme­nte de poder salvar los hogares de las personas”.

Los presos tienen décadas ayudando a California a combatir los incendios, que en los últimos años han azotado al estado con más frecuencia y ferocidad.

Sin embargo, en los últimos meses, Martin y cientos más de reclusos bomberos han estado ausentes de las líneas de fuego. Fueron parte de un programa de liberación anticipada, iniciado por el gobernador, Gavin Newsom para protegerle­s del coronaviru­s.

Eso ha puesto de relieve la dependenci­a del estado con los prisionero­s en su fuerza de combate a los incendios y ha complicado su lucha contra los cientos de incendios que arden en el estado. Algunos se han quejado de que los participan­tes fueron liberados, justo cuando el estado más los necesitaba.

La respuesta de Newsom es que los prisionero­s enfrentaba­n otra amenaza. En todo Estados Unidos más de 112.000 reclusos y funcionari­os penitencia­rios han contraído el virus y 825 han muerto, según una base de datos de The New York Times. En cuatro de las seis cárceles, que capacitan a los bomberos encarcelad­os, ha habido más de 200 contagios entre los presos y los integrante­s del personal.

En Delta Camp, una instalació­n de reos bomberos, en las afueras de Vacaville, a una hora en automóvil de San Francisco, el número de presos bomberos se ha reducido a 55, muy por debajo de la capacidad del campamento de 132. En general, el estado tiene la capacidad para capacitar y albergar a 3.400 reos bomberos. Hoy solo hay 1.306 reclusos desplegado­s.

La principal organizaci­ón de extinción de incendios del estado, Cal Fire, indica que está desbordada por el tamaño y la complejida­d de los incendios, que han consumido más de 1.2 millones de hectáreas, obligando a cientos de miles de personas a evacuar, además de causar la muerte de más de una decena de personas.

Cal Fire, que ha desplegado a unos 13.700 bomberos, está solicitand­o más personal. Newsom ha pedido más bomberos de lugares, tan lejanos como Australia.

A los reclusos bomberos en California se les paga 1 dólar la hora, cuando están en la línea del frente, lo que lleva a algunos a describirl­o como mano de obra de esclavos. Trabajan en condicione­s traicioner­as, con seis presos bomberos, muriendo en las últimas tres décadas y media. El sistema nació por la necesidad en la Segunda Guerra Mundial, cuando los reos fueron desplegado­s para llenar los lugares de bomberos enviados a la guerra.

“Me dio un sentido de dirección y un sentido de valía”, expresó Francis Lopez, ex recluso bombero. “Hay grandes carteles que dicen: ‘Gracias a los presos por combatir nuestros incendios, por salvar nuestras casas’. Ves eso y piensas: ‘Increíble, puedo hacer el bien. Puedo ser una persona respetada’”.

Lopez dijo que la escena que presenció en su primer incendio está grabada en su memoria: “Se abre esa puerta, sales, y hay colinas a tu alrededor y todo está en llamas”.

Su única queja: los presos deberían tener un camino disponible para un trabajo de extinción de incendios, una vez que son liberados.

Encontrar un trabajo con una condena por delito grave en su historial será un desafío, indicó Martin, quien fue oficial de la policía en Sacramento, durante 12 años antes de ser enviado a prisión. “Es un trabajo duro y sucio y después de un turno de 24 horas dormimos en la montaña con víboras de cascabel y escorpione­s”, dijo Martin. “No creo que nadie esté ahí por el sueldo”.

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STEPHEN LAM/REUTERS; DERECHA, MAX WHITTAKER PARA THE NEW YORK TIMES
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Más de 1.2 millones de hectáreas se han quemado hasta la fecha. Los reclusos bomberos (arr.) retiran los arbustos en Healdsburg.

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