Ve la crisis de EE. UU. desde su casa en Senegal
Cuando la Covid-19 comenzó a propagarse y algunos países comenzaron a sellar sus fronteras, el artista estadounidense Kehinde Wiley estaba en el extranjero y tuvo que decidir rápidamente dónde quería sortear la tormenta viral.
Escogió Dakar, en Senegal, lugar del complejo de su estudio Black Rock. Durante el último año, ha sido el hogar de un elenco rotativo de pintores, fotógrafos, autores y otros seleccionados, en la primera ronda del programa de residencia de Wiley.
Desde el otro lado del Atlántico ha visto la agitación en Estados Unidos: las muertes por el coronavirus, las protestas contra los asesinatos, a manos de la policía, el derrumbe de las estatuas confederadas. Todo se ha “sentido como una especie de show de circo”, expresó.
Wiley, de 43 años, hijo de padre nigeriano y madre afroamericana, es mejor conocido por su retrato del presidente Barack Obama. Su oportuna estatua, “Rumores de guerra” de un hombre negro con rastas, sudadera con capucha y un blue jean sobre un caballo —al estilo de los monumentos a los generales confederados— adornó Times Square en Nueva York el año pasado, antes de mudarse permanentemente a Virginia.
La pandemia redefinió los planes de Wiley. Su exposición de las obras de los residentes de Black Rock para la Bienal 2020 de Dakar tuvo que ser eliminada cuando se canceló el festival. En una conversación por teléfono, habló sobre su visión de Estados Unidos desde lejos. Aquí algunos extractos. lo que tantos estadounidenses negros han tratado de comunicar, durante siglos. No nos impacta ni nos sorprende que las personas negras estén bajo ataque. Lo que impresiona es que tan pocos hayan escuchado. Gracias a la tecnología, hemos podido visualizar en tiempo real la destrucción de personas negras. Está frente a ti y es innegable. EE. UU. en general ha tenido la habilidad para justificar estos asesinatos. Ahora la gente se pregunta si esto traerá el cambio. Aún no estoy impresionado. Veo mucha autofelicitación, por parte de nuestros aliados blancos. Quiero ver eso traducirse en un cambio con reformas carcelarias y educativas.
Se espera que incorporemos esta narrativa constante de monumentos — monumentos aterradores— que son un insulto a las personas de buena voluntad, y el hecho de que yo quisiera iniciar esa conversación me parece bastante obvio.
El que ahora se nos permita ese volumen de espacio, esa cantidad masiva de espacio para ser asignado a una persona negra en una sudadera con capucha podría parecer trivial. Pero esto es un acto revolucionario de acoger una presencia negra en la plaza pública. Ahora es el momento correcto para crear una especie de momento público, que apunte a un pasado terrible, pero también quizá proporcione un camino hacia adelante en términos de representación.
En lugar de tener un solo monumento, que se erige en el lugar donde estaban estatuas confederadas, deberíamos hacer que artistas de todos los estilos tengan un periodo de tiempo, cuando su obra esté sobre el pedestal. Luego
se quita y otras voces suben allí. Es nuestra forma de crear un escenario, y quienquiera que decidamos que sea el centro de atención en ese momento es increíblemente importante. Ahí es donde nosotros, como sociedad, anunciamos lo que creemos. (Risas). Sí, sí, eso simplemente nunca va a ocurrir.