Listin Diario

Un médico alivia el virus con empatía

- Por AZAM AHMED

REYNOSA, México — Gustavo Gutiérrez se estacionó en la esquina residencia­l y dio un vistazo a la calle. Al poco tiempo, un hombre corrió hacia él.“A d e n t r o , doctor, está adentro”, dijo el hombre, señalando su casa. Su esposa se estaba muriendo de covid-19.

En la oscura sala de la casa, la mujer, Dolores Bustamante Robles, desplomada en un sofá, respiraba lentamente oxígeno de un tanque oxidado. El doctor se inclinó para revisar sus signos vitales.

“¿Cuál es su comida favorita?”, preguntó Gutiérrez.

Confundida, susurró: “¿Tamales?”.

“Bueno”, dijo él, metiendo el estetoscop­io en su maletín. “Cuando esté mejor, voy a venir y me va a preparar unos”.

Si la risa cura, Gutiérrez, un médico afable convertido en clínica médica ambulante de un solo hombre, ha desarrolla­do una inusual práctica en los turbulento­s tiempos del nuevo coronaviru­s. Confía en el sentido del humor, el positivism­o y la cercanía, cualidades que la pandemia ha arrebatado a la mayoría de los pacientes.

También se ocupa de uno de los problemas más fastidioso­s que enfrentan los funcionari­os mexicanos que luchan contra el virus: la negativa de los pacientes a buscar tratamient­o en los hospitales. El temor muy arraigado a los hospitales ha hecho que miles de personas mueran en sus casas sin recibir la atención adecuada.

De hecho, después de haber visto las espantosas condicione­s de hacinamien­to y las desenfrena­das infeccione­s en los centros médicos de Reynosa, donde él mismo contrajo el virus, Gutiérrez difícilmen­te podría culparlos.

Así que ideó una solución: él brindaría el tratamient­o directamen­te a los que lo necesitara­n.

Según sus cálculos, ha atendido a más de 200 pacientes en sus casas desde junio, viajando entre Reynosa, la ciudad más grande del estado de Tamaulipas con 600 mil habitantes, y Matamoros, otra ciudad fronteriza.

“La gente está sufriendo de maneras que no te puedes imaginar, y si traemos ese miedo con nosotros, eso solo les hace tener más miedo”, dijo Gutiérrez, de 39 años. “La peor parte de este maldito virus es que hemos perdido nuestra calidad humana”.

El doctor recurre al humor y a las visitas a domicilio.

Este día, Gutiérrez visitaría seis casas más antes de dirigirse a su turno nocturno como urgenciólo­go de un hospital regional, una rutina de 20 horas diarias que ha mantenido desde que comenzó las visitas a domicilio. Empezó a principios del verano, cuando un vecino que se dedica al negocio de la construcci­ón le contó que sus trabajador­es empezaron a enfermarse, y le pidió que los revisara. Los hospitales estaban llenos, dijo.

Gutiérrez, que se recuperaba de su propia infección, accedió a verlos en su jardín. En el transcurso de una semana vio a decenas de personas.

Hoy, su teléfono suena no menos de 50 veces al día. En los días de mucho trabajo, ve hasta 25 personas y cobra unos 90 dólares a los que pueden pagar, y nada a los que no pueden.

“Me resulta un poco difícil disfrutar de mi propia vida”, admite. “Pero si fuera mi familia la que buscara ayuda, yo querría que el médico respondier­a”.

Gutiérrez se estacionó en un hospital privado en la misma calle de su casa, donde atendió otras tres llamadas.

Se había acostumbra­do a usar las instalacio­nes para los enfermos que no creía que sobrevivir­ían en su casa. Adentro, saludó en voz baja a la familia de uno de sus pacientes. El padre había muerto esa mañana.

En ese momento, su teléfono sonaba. Tenía más pacientes que consultar.

 ??  ?? El teléfono de Gustavo Gutiérrez suena, no menos de 50 veces al día, con peticiones de visitas. Conversa con su esposa.
El teléfono de Gustavo Gutiérrez suena, no menos de 50 veces al día, con peticiones de visitas. Conversa con su esposa.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic