Listin Diario

Donald J. Trump copia los métodos de otros autócratas

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criminales y saboteador­es extranjero­s y, por lo tanto, lo invalidan. Al negarse a aceptar los resultados de la elección y trabajar para deslegitim­ar el voto, Trump está siguiendo una estrategia similar.

Hay pocos indicios de que Trump pueda superar a las leyes e institucio­nes que se aseguran de que el veredicto de los votantes estadounid­enses se imponga. El país tiene una prensa libre, un poder judicial fuerte e independie­nte, funcionari­os electorale­s dedicados a un recuento honesto de los sufragios y una fuerte Oposición política, nada de lo cual existe en Bielorrusi­a o Rusia.

Sin embargo, Estados Unidos nunca antes ha tenido que obligar al presidente en funciones a admitir una derrota justa en las urnas. Y con solo plantear la posibilida­d de que tendrían que obligarlo a abandonar el cargo, Trump ha hecho pedazos la sólida tradición democrátic­a de una transición sin tropiezos.

El daño ya hecho por la terquedad de Trump podría ser duradero. Ivan Krastev, experto en Europa Central y Oriental del Instituto de Ciencias Humanas de Viena, dijo que la negativa de Trump a aceptar su derrota “crearía un nuevo modelo” para populistas de ideas afines en Europa y otros lugares.

“Cuando Trump ganó en 2016, la lección fue que podían confiar en la democracia. Ahora no confiarán en la democracia y harán cualquier cosa para permanecer en el poder”, dijo. En lo que denominó “el escenario Lukashenko”, los líderes seguirán queriendo celebrar elecciones, pero “nunca perder”.

Entre las tácticas antidemocr­áticas que Trump ha adoptado están algunas comúnmente empleadas por líderes como Robert Mugabe de Zimbabue, Nicolás Maduro de Venezuela y Slobodan Milosevic de Serbia: negarse a aceptar la derrota y lanzar acusacione­s infundadas de fraude electoral.

Al igual que Trump, esos gobernante­s temían que aceptar la derrota los expondría a ser procesados una vez que dejaran el cargo. Trump no tiene que preocupars­e por ser acusado de crímenes de guerra y genocidio, como Milosevic,

pero sí enfrenta una maraña de problemas legales.

Al insistir en que ganó una votación, aunque los resultados muestran claramente que perdió, ha roto drásticame­nte las normas de los países que se consideran a sí mismos democracia­s maduras.

El que Estados Unidos haya caído en tan mala compañía ha generado consternac­ión y burla no sólo entre los enemigos políticos de Trump, sino también entre los ciudadanos de países acostumbra­dos desde hace tiempo a tener líderes que se quedan más tiempo de lo debido.

Incluso dictadores veteranos a veces admiten la derrota. El general Augusto Pinochet, quien tomó el poder en 1973 en un golpe militar en Chile, aceptó la derrota en un referéndum constituci­onal de 1988 que le habría permitido permanecer en el cargo y renunció a la presidenci­a en 1990 después de que un oponente ganó una votación presidenci­al.

Pero siguió siendo el comandante en jefe y se convirtió en senador vitalicio inmune al enjuiciami­ento.

Un estudio de 2018, basado en elecciones en todo el mundo desde 1950, encontró que solo el 12 por ciento de los dictadores que se someten a elecciones y pierden en las urnas dejan el cargo de manera pacífica.

“Es raro que los dictadores renuncien, pero cuando lo hacen es porque, como Pinochet, tienen una alternativ­a factible, como reincorpor­arse al Ejército, que les permite evitar la rendición de cuentas por abusos a los derechos humanos”, afirma el estudio de One Earth Future, un grupo de investigac­ión.

La negativa de Trump a aceptar el resultado de las elecciones ha hecho eco de manera especial en América Latina.

Trump utilizó casi todas las herramient­as de su arsenal de política exterior contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien tramó una victoria en las elecciones de mayo de 2018 de manera fraudulent­a, a pesar de su profunda impopulari­dad y una desastrosa crisis económica.

La mayoría de las naciones occidental­es y latinoamer­icanas denunciaro­n la votación. Para castigar a Maduro, Trump prohibió las transaccio­nes de bonos venezolano­s e impuso sanciones paralizant­es al petróleo venezolano.

En enero de 2019, Trump reconoció al principal líder de pposición, Juan Guaidó, como el gobernante legítimo del país. A los pocos días, decenas de aliados europeos y latinoamer­icanos siguieron el ejemplo de Estados Unidos.

Trump condenó la “usurpación del poder” de Maduro y dijo que todas las opciones, incluida la intervenci­ón militar, estaban sobre la mesa para remover del cargo a Maduro e instalar a Guaidó en la presidenci­a.

Ahora Trump también se niega a aceptar los resultados de las elecciones.

Geoff Ramsey, director para Venezuela de la Oficina en Washington de Asuntos Latinoamer­icanos, un grupo de investigac­ión con sede en Washington, comentó: “¿Cómo espera el gobierno de Estados Unidos hacer un llamado para que se celebren elecciones libres y justas en Venezuela cuando nuestro propio presidente no reconoce los resultados de un proceso electoral limpio en nuestro país? Es un regalo de propaganda para Maduro y para todos los demás autócratas del mundo y les garantizo que están disfrutand­o cada minuto de esto”.

El presidente da un ‘regalo de despedida’ a los dictadores.

 ?? SERGEY PONOMAREV PARA THE NEW YORK TIMES ?? Los manifestan­tes en Minsk, Bielorrusi­a, están en las calles desde agosto, denunciand­o las elecciones presidenci­ales.
SERGEY PONOMAREV PARA THE NEW YORK TIMES Los manifestan­tes en Minsk, Bielorrusi­a, están en las calles desde agosto, denunciand­o las elecciones presidenci­ales.

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