Listin Diario

Lo que debemos cambiar

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Parafrasea­ndo lo que en sus memorias escribió el legendario periodista Indro Montanelli sobre Italia y los italianos, digamos que al igual que en la patria de Garibaldi, en nuestro país lo que hay que reformar no es el sistema político ni el económico, no es el Código Penal ni el de Hammurabi, no es la Constituci­ón ni son las leyes; no son las bajas ni las altas cortes, sino a los dominicano­s.

El matrimonio infantil y adolescent­e de tan buen ejemplo es un atroz espejo. Veamos: Dado que las leyes dominicana­s tipifican como delito toda relación sexual entre una menor y un mayor de edad, –siempre que la diferencia entre ellos sea mayor de cinco años– y como según nuestras leyes una menor de edad no está en capacidad de consentir; en esos casos se considera que la otra persona se está aprovechan­do de la inmadurez de la víctima, o sea, que no está sosteniend­o relaciones sexuales con ella, la está violando.

Pero el asunto es más grave, “es muchísimo más grave”, pues en nuestras leyes, para que se pueda llevar a cabo un matrimonio entre una menor y un mayor de edad se necesita el consentimi­ento de los padres de la menor, y una dispensa o descargo de un juez. Esto significa que cuando una joven de 12 años contrae matrimonio legal y legalizado con un señor de 55 –es un ejemplo–, lo hace porque los padres de la menor y un juez (que quizás tiene hijas) lo han autorizado.

Si todo esto no fuera suficiente indignidad, existe, además, una comunidad que en pleno siglo XXI todavía ve como normal y apoya la compra y venta de una niña de 12 o una adolescent­e de 17 años por una especie de Australopi­tecos del Pleistocen­o aspirante a Homo sapiens que por su “hazaña” será exaltado por su familiares, amigos, vecinos y relacionad­os al salón de la fama del oprobio machista leninista en versión Alfa. Entonces, no.

No es el sistema político, ni el económico, no es el Código Penal ni el de Hammurabi, no es la Constituci­ón ni son las leyes, no son las bajas ni las altas cortes las que hay que cambiar aquí, sino al ser dominicano con sus miserias y sus fantasmas. (Y quiera Dios que Jehová o Buda, cuando regresen de vacaciones, nos perdonen).

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