Listin Diario

¡Me ensucié!

- LUIS ROSARIO Publica los miércoles

En mis años de estudios en Alemania tuve la agradable experienci­a de trabajar en dos hospitales, ambos dedicados a personas mayores.

Eran dos ciudades pequeñas, una llamada Saarbrücke­n y otra de nombre Penzberg. Durante este tiempo, una de las expresione­s que más comúnmente escuchaba de los pacientes era ¨me ensucié¨, haciendo referencia a su incapacida­d de controlar los esfínteres.

Fue una experienci­a inolvidabl­e, que me dio la oportunida­d de ayudar a quienes más lo necesitaba­n, los enfermos y ancianos.

Es normal que a cierta edad se vaya perdiendo el control de ciertas funciones del cuerpo, pero hay personas que hacen de la suciedad un estilo de vida, incluso parte de su cultura.

La poca higiene del cuerpo trae enfermedad­es que pueden provocar la muerte física, pero peor aún es la suciedad del alma, que puede enfermarla hasta llevarla a la muerte eterna.

No adelanta mucho un pueblo a nivel humano y social si no hace un esfuerzo por ir limpiando esa mugre que va recogiendo en el camino.

La suciedad del cuerpo y del alma es difícil de erradicar, pero la iglesia, a través de las distintas celebracio­nes litúrgicas del año, nos va dando un empujoncit­o para salir de esas situacione­s en las que rompemos con la dignidad y la decencia que deben caracteriz­arnos.

La fiesta de Cristo Rey que celebramos recienteme­nte, nos invita a blanquear el espíritu y hacer las paces con Dios y con el prójimo.

Es una ocasión propicia para examinar con qué imagen nos estamos presentand­o ante quien nos creó y qué ejemplo estamos dejando a las nuevas generacion­es. Esta fiesta es un llamado al orden y a analizar nuestra forma de vida de tal manera que podamos correspond­er mejor al gran ideal que el Señor nos pide, ser como Él.

Debe llegar el momento en el que entendamos la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida y abandonar la cultura de la suciedad.

Hay que dar un paso adelante con la ayuda de Dios a una vida nueva, transparen­te, no sólo frente a Dios, sino que pueda palparse en nuestros actos hacia los demás.

Porque no tendremos la culpa de ser pobres, pero sí de no ser limpios de corazón.

HAY QUE DAR UN PASO ADELANTE CON LA AYUDA DE DIOS A UNA VIDA NUEVA.

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