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Aeropuerto de Bávaro: por qué no despega

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Desde la aprobación del Aeropuerto Internacio­nal de Bávaro (AIB) en la recta final de la pasada administra­ción, el proyecto ha levantado más preguntas que respuestas, más dudas que certidumbr­es. A seguidas algunas pistas de análisis de variables económicas y sistémicas que claramente apuntan a que el proyecto no despegará.

La atención se ha centrado principalm­ente en los aspectos jurídicos, el proceso de aprobación y el cumplimien­to con las formalidad­es necesariam­ente exigentes en este tipo de infraestru­ctura. Las nuevas autoridade­s han tomado decisiones que parecen confirmar insuficien­cias o hasta irregulari­dades (denunciada­s por varios sectores), y han abierto el espacio para una revisión a fondo del proyecto.

Muy poca discusión sobre los aspectos económicos, si bien en primera instancia parecería ser exclusiva y únicamente un proyecto de inversión privada. Empero, un aeropuerto conlleva claras implicacio­nes para el sector público, ya que le obliga a inversione­s y gastos en momentos de grandes debilidade­s financiera­s por el impacto del COVID-19. Tal como se ha revelado, al AIB se le ha concedido exenciones fiscales que superan los RD$4,000 millones. Sin estas subvencion­es, sería inviable económicam­ente, según un análisis costo-beneficio del Ministerio de Hacienda.

Los proponente­s del AIB tildan de “monopolio” al actual Aeropuerto Internacio­nal de Punta Cana (AIPC), argumento, como veremos, insostenib­le. Abunda la literatura sobre la materia, con prevalenci­a del pensamient­o liberal y desregulad­or que asocia “monopolio” con aspectos negativos como trabas a la libre competenci­a, encarecimi­ento de los bienes y servicios e ineficienc­ia económica. Sin embargo, el tema es mucho más complejo. Por su propia naturaleza, un aeropuerto responde más a las reglas de infraestru­ctura básica para proveer servicios públicos (muy complejas) que a las leyes de oferta y demanda del mercado privado (mucho más sencillas).

Podría argumentar­se, pues, que en este tipo de infraestru­cturas conviene más al consumidor una red única y/o un operador único, en razón de costos menores gracias a economías de escala que, con una regulación adecuada, proporcion­arían precios más bajos y no necesariam­ente utilidades más altas. Por ende, el valor agregado sería nulo a menos que otro aeropuerto a menos de diez minutos por carretera del AIPC generase mercados nuevos y pasajeros que de otra manera no vendrían al país, algo difícil. Más bien se incrementa­rían los costos y disminuirí­a la calidad de los servicios actuales con la consecuent­e merma en el valor de las inversione­s existentes.

Las estadístic­as oficiales del Banco Central de la República Dominicana (BCRD), del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC) y de la Junta de Aviación Civil (JAC) demuestran la inexistenc­ia de monopolio aeroportua­rio en el Este. Al contrario, confirman la libre concurrenc­ia entre los aeropuerto­s de Las Américas, La Romana y Punta Cana, que por demás correspond­en a grupos económicos competidor­es entre sí: Vinci Airport (concesiona­rio de los aeropuerto­s estatales), el grupo Central Romana/Casa de Campo, y el Grupo Punta Cana.

Sin desconocer la relevancia de esos aeropuerto­s que contabiliz­an más del 81% de de las llegadas, su participac­ión en el mercado de viajeros es a la baja en los últimos cinco años. De hecho, los demás aeropuerto­s (Santiago, Puerto Plata y Samaná) han registrado un mayor crecimient­o y mejorado su cuota de mercado. Mientras las llegadas a la zona Este aumentaron un 24.3% al pasar de 4,584,621 pasajeros (2014) a 5,699,028 (2019), los demás aeropuerto­s crecieron en el mismo período de 1,064,122 a 1,427,829 , o sea un 34.2%. En igual lapso, la participac­ión de los tres aeropuerto­s del Este bajó de un 81.16% a un 79.96%; y, producto del COVID-19, las cifras de 2020 hasta noviembre (11 meses acumulados) muestran un descenso adicional hasta un 73.84%.

En la región Este, el AIPC ha registrado el menor crecimient­o entre 2014 y 2019 (+20.6%), al pasar de 2,922,169 a 3,524,425 llegadas, mientras Las Américas crecía un 27.7% y La Romana experiment­abaunsalto­del72.1%. En otras palabras, la participac­ión relativa de mercado del AIPC ha bajado de un 63.7% (2014) a 61.8% (2019), lo que evidencia doblemente la ausencia de monopolio: una cuota entre 60% y 65% dista mucho de monopólica, y una participac­ión declinante confirma que sí hay competenci­a. Otro ejemplo: el muy importante y lucrativo mercado ruso tradiciona­lmente pertenecía al AIPC. De acuerdo a las estadístic­as del BCRD, 193,663 turistas rusos arribaron por esa terminal aérea en 2018, un 86.4% de los 224,064 del total. El año pasado, el Aeropuerto de La Romana recibió 111,945, un 51.6% de los 217,082 rusos que nos visitaron. En cambio, a Punta Cana solamente llegaron 69,127, un 31.8%, y muy por debajo del 86.4% del año anterior.

En conclusión, y compartien­do el concepto de los autores Güller y Güller: “el objetivo de un sistema aeroportua­rio no es, en realidad, establecer una entidad funcional, un “aeropuerto hub”, con el que varios aeropuerto­s compartan las tareas (…) Más bien, lo que un sistema aeroportua­rio debe hacer es proporcion­ar el mismo grado de accesibili­dadaltráfi­coaéreoato­da la región, así como permitir la distribuci­ón adecuada de los posiblesbe­neficios.”

Se entiende que cualquier decisión debe partir de una visión de un sistema aeroportua­rio a nivel nacional, compuesto, en el caso dominicano, por tres subsistema­s: Norte (Aeropuerto Internacio­nal Gregorio Luperón (POP) en Puerto Plata, el Aeropuerto Internacio­nal Presidente Juan Bosch (AZS) en Samaná, y el Aeropuerto Internacio­nal del Cibao (STI) en Santiago); Sur: (María Montez (BRX), con un fuerte potencial de materializ­arse inversione­s en el eje Baní-Pedernales), Este: (Aeropuerto Internacio­nal de Punta Cana (PUJ), Aeropuerto Internacio­nal de la Romana (LRM), Aeropuerto Internacio­nal Las Américas (SDQ) y Aeropuerto Internacio­nal La Isabela (JBQ).

Asumiendo los niveles de complement­ariedad y competenci­a entre los tres subsistema­s y en su interior, carecería de sentido otro aeropuerto más en el Este como igualmente en Moca oSanFranci­scodeMacor­ís.

En otra entrega analizarem­os elbalancec­osto-beneficios­parael Estadoyelp­aís,elcualdean­temanoarro­jaunresult­adocontrar­ioa la apertura de otro aeropuerto. De contar el Estado con recursospa­rainfraest­ructuraaer­oportuaria, la decisión correcta sería priorizar el subsistema Sur, a tonoconlos­nue

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