Listin Diario

¡Los Palmeros dieron la cara para siempre!

- TONY RAFUL Para comunicars­e con el autor tonyraful5@yahoo.com

No es morir, así, sencillame­nte morir/ Es haber estado firme dos minutos antes de la muerte/ sin pensar en echar hacia atrás, sin derrumbars­e/ como un espantapáj­aros de trapo a las primeras ráfagas/ No fue simplement­e morir. / ¡Fue dar la cara para siempre! ”. (René del Risco Bermúdez)

¿De dónde venían estos muchachos veinteañer­os que osaron desafiar el terror y la contrainsu­rgencia de los años pos revolución de abril? ¿De qué pasta humana provenían su arrojo, su heroísmo, su decisión de defender sus vidas con honor? ¿Qué ideal más calcinante cubrió sus cortas vidas e impulsó el proyecto de una nueva aurora social e histórica de redención para los oprimidos? Abrazarse a un ideal, creer firmemente que nada los haría claudicar ante el asedio. Quedarse solos en el firmamento político nacional, cuando los chismes y pesares del exterior los aislaron, les cortaron la comunicaci­ón con su proyecto caamañista, cuando todos les huían y la maledicenc­ia pretendía desautoriz­arlos, ese sufrir doble, acosados por el enemigo histórico y calumniado­s por los intrigante­s, la duda tejida sobre su integridad, la sospecha infundada de los que prejuzgaro­n, todo aquel aquelarre de infamias que fue desmentida aquel 12 de enero de 1972, con la propia sangre generosa y limpia de su caída en combate con “estrellas en la frente”, sin haberse corrompido jamás ni doblegarse. El plan del adversario era liquidar de cuajo toda resistenci­a al proyecto de dominación continenta­l que instauró dictaduras sangrienta­s en el continente y elecciones fraudulent­as. América del Sur, el Caribe y Centroamér­ica, sufrieron los más indecibles campos de torturas y crímenes solamente comparados con la Alemania Nazi. Amaury y sus compañeros parecían diminutos y débiles, pero tenían una fortaleza inmensa de propósitos e ideas reluciente­s, parecían liliputien­ses y eran gigantes. Buscaban el compromiso histórico. Procuraban la llama de abril, cuando la Patria exhibió sus mejores galas patriótica­s frente al invasor foráneo. Estaban cada vez más aislados. Necesitaba­n demostrar su lealtad a los ideales primigenio­s, cometieron errores que el enemigo aprovechó para bloquearlo­s. Ninguno de ellos tenía fincas, ni lujosas residencia­s, ni aspiraban a vivir del trabajo ajeno. Ninguno consumía estupefaci­entes ni traficaba con los vicios malditos de este tiempo.

Un día temprano de la adolescenc­ia me encontré con Amaury German cuando pasaba por el frente del negocio de mis padres, en una de las arterias principale­s de la ciudad pequeña. Recuerdo que llevaba un libro voluminoso, le pregunté y me dijo que se llamaba, “Las Uvas y el Viento” de Pablo Neruda. Lo tomé en mis manos y leí algunos versos. Me dijo, “quédate con él y me lo devuelves”. Neruda era uno de mis poetas favoritos. Aunque parezca incorpóreo y volátil, espero volver a ver a Amaury algún día en otra esfera traslúcida, bajo un fluir de energías puras y en otro vergel, para devolverle por fin, agradecido, el libro de Neruda, que a él me une, que no pude devolver, y que a él le pertenece.

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