Listin Diario

“Sigan el ejemplo de Cristo”

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El Levítico es un libro sacerdotal, es como un ritual o ceremonial de los ministros consagrado­s al servicio y culto del Señor. Indica que es el sacerdote, quien decreta la separación del enfermo de la comunidad al descubrirs­e su condición de leproso, para que nadie se contagie. Tiene que llevar sobre sí señales que le delaten como enfermo y dar voces para que nadie se le acerque y así evitar la propagació­n del mal.

Hoy resulta inaceptabl­e esta identifica­ción del mal físico con el mal moral o de la enfermedad con la impureza. No guardan equilibrio entre el interés de la comunidad y el de la persona, pues a ella hay que defenderla. A simple vista puede parecer discrimina­ción con el enfermo, pero en otra página de la Biblia se mostrará que Dios ama y se acuerda del enfermo y afligido, como nos dice el salmista.

b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 10, 31-11, 1.

La comunidad de los corintios estaba conformada por paganos convertido­s por la predicació­n de San Pablo, quien, conociendo los peligros que los acechaban, estaba muy atento a la vida de aquellos cristianos: “No den motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios”. Por eso el Apóstol Pablo aborda los problemas concretos de la comunidad frontalmen­te, basándose sobre todo en el mensaje que ha recibido de Cristo y en su propio testimonio de vida. También les exhorta con dureza “no quiero que entren en comunión con los demonios”. Esos demonios (los ídolos) son los enemigos de Dios, que es un Dios celoso, como leemos en muchos textos del Éxodo y del Deuteronom­io, así que el Apóstol, conocedor de aquellas realidades, advierte a los cristianos para que no sean motivo de escándalo a los demás.

c) Del Evangelio de San Marcos 1, 40-45.

San Marcos narra la curación de un leproso, quien en aquella sociedad era un muerto en vida. Debía vivir solo, totalmente aislado, era despreciad­o y condenado a estar lejos de los demás y del culto a Dios, aunque parezca extraño.

Es importante señalar que la fe del leproso, “si quieres, puedes sanarme”, y el amor de Jesús hacen realidad la Buena Noticia del Evangelio. Llama también la atención el encargo insistente que Jesús da a los enfermos curados por él, de no divulgar la curación.

Se opera el milagro como efecto de la fe que se muestra como un diálogo de madurez y confianza entre el leproso y Jesús. El criterio definitivo para conocer al cristiano maduro en su fe es ver hasta qué punto dialoga con Dios, viviendo su fe como “diálogo”, que comienza con la absoluta disponibil­idad a escuchar la palabra de Dios para dar una respuesta personal al Señor que nos interpela.

El conocido P. Raniero Cantalames­sa dice que no debemos pensar que todo esto fuese espontáneo ni que dejara de costarle a Jesús. Como persona humana, compartía el convencimi­ento de su tiempo y de la sociedad en que vivía, sobre el peligro de contagio. Sin embargo, la compasión por el leproso es más fuerte en él que el miedo a la lepra. Como vimos antes, el leproso había dicho: “Si quieres, puedes curarme”, a lo que Jesús responde con una admirable sencillez: “Quiero, queda limpio”, demostrand­o el enfermo que tenía fe en el poder de Jesús. Y Jesús demuestra que puede hacer el milagro, haciéndolo.

Lo cierto es que la actitud de Jesús de permitir que el leproso se le acercara y tocarlo en la frente para curarlo, debió en aquel momento escandaliz­ar a los que tenían mentalidad farisaica. Pero Jesús afortunada­mente estaba muy por encima de esos pobres criterios y nos dejó un elocuente testimonio de cercanía hacia aquel leproso que necesitaba compasión. La Iglesia nos invita a ser solidarios y mostrarnos cercanos a los enfermos, a sus familiares y a quienes los cuidan, sobre todo en los tiempos actuales de Pandemia.

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