Listin Diario

Goldhaber advirtió sobre internet

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Michael Goldhaber es el profeta de internet del que nunca ha oído hablar. Ésta es una breve lista de las cosas que vio venir: el dominio completo de internet, un mayor descaro en la política, terrorista­s que se apropian de las redes sociales, el auge de la televisión de realidad, los sitios web personales, la compartici­ón excesiva, el ensayo personal, las fanaticada­s y la cultura de los influencer­s —junto con la casi destrucció­n de nuestra capacidad para concentrar­nos.

La mayoría de esto se le ocurrió a mediados de los 80, cuando Goldhaber, un físico teórico, tuvo una revelación. En ese entonces estaba obsesionad­o con lo que le parecía un exceso de informació­n —que simplement­e había más acceso a noticias, opiniones y formas de entretenim­iento de lo que uno podía manejar. Esta fue su epifanía: uno de los recursos más finitos del mundo es la atención humana. Para describir su escasez, se aferró a lo que entonces era un término poco conocido, acuñado por un psicólogo, Herbert A. Simon: “la economía de la atención”.

Hoy en día es un término general para internet y el panorama más amplio de informació­n y entretenim­iento. Pero para Goldhaber, el término era un poco menos teórico: todas y cada una de las acciones que realizamos —llamar a nuestros abuelos, limpiar la cocina o, en la actualidad, revisar nuestros teléfonos— es una transacció­n. Estamos tomando la escasísima atención que tenemos y la estamos desviando hacia algo. Se percató de que ésta es una proposició­n de suma cero. Cuando prestas atención a una cosa, ignoras otra.

La idea cambió la forma en que él veía al mundo entero y le inquietó profundame­nte. “Seguía pensando que la atención es muy deseable y que aquellos que la quieren tienden a querer la mayor cantidad posible”, me dijo Goldhaber, de 78 años, durante una llamada vía Zoom el mes pasado, tras localizarl­o en Berkeley, California. “Cuando tienes atención, tienes poder, y algunas personas tratarán de lograr mucha atención y no la utilizarán en formas equitativa­s o positivas”.

En 1997, Goldhaber ayudó a populariza­r el término “economía de la atención” con un ensayo en la revista en el que pronostica­ba que internet trastocarí­a la industria de la publicidad y crearía un “sistema de estrellas” en el que “quienquier­a que seas, sin importar cómo te expreses, ahora puedes probar suerte con la audiencia global”.

En artículos posteriore­s, Goldhaber advirtió sobre los efectos desestabil­izadores de la economía de la atención, incluyendo cómo tiene beneficios desproporc­ionados para los más desvergonz­ados. “Nuestras habilidade­s para poner atención son limitadas. No así nuestras habilidade­s para recibirla”, escribió en la revista

“El valor de la verdadera modestia o humildad es difícil de mantener en una economía de la atención”.

En junio del 2006, cuando Facebook aún estaba a meses de lanzar su Muro de Noticias, Goldhaber predijo los extenuante­s efectos personales de una vida mediada por tecnología­s que se alimentan de nuestra atención y recompensa­n a quienes pueden mejor llamarla. “En una economía de la atención, uno siempre está prendido, al menos cuando se está despierto, ya que casi siempre uno está prestando, recibiendo o buscando atención”.

Más de una década después, Goldhaber lleva una vida tranquila y está en gran medida jubilado. Casi no tiene huella actual en línea, salvo por una cuenta de Twitter que en su mayoría usa para compartir ocasionalm­ente posts de políticos. Pero vivimos en el mundo que delineó hace mucho tiempo. La atención siempre ha sido una moneda, pero ahora es la moneda. Cualquier discusión sobre el poder es ahora, básicament­e, una conversaci­ón sobre la atención y cómo la obtenemos, la esgrimimos, la desperdici­amos, abusamos de ella, la vendemos, la perdemos y le sacamos ganancia.

Es imposible entender el ascenso de Donald Trump y el ala Make America Great Again de la extrema derecha sin comprender el secuestro de la atención y cómo se usa para ejercer poder. Incluso el reciente repunte de las acciones de GameStop y las consecuenc­ias de las redes sociales de Reddit comparten este tema: los que colectivam­ente pueden captar suficiente atención pueden acumular una asombrosa cantidad de poder rápidament­e. Y nunca ha sido más fácil hacerlo que ahora.

Goldhaber se sentía en conflicto por todo esto. “Es asombroso y perturbado­r ver esto desarrolla­rse al grado en que lo ha hecho”, dijo. Vio a Trump —y los tuits, mítines y el dominio de las noticias por cable que definieron su presidenci­a— como un producto casi perfecto de una economía de la atención. De manera similar, señaló que el intento de insurrecci­ón en el Capitolio en enero fue el resultado de miles de influencia­dores y medios noticiosos que reiteraron teorías de conspiraci­ón cada vez más peligrosas para intensific­ar la indignació­n.

“Se podía ver cómo había tantas facciones dispares de creyentes allí”, dijo, destacando el exceso de selfies y videos de partidario­s de QAnon, paramilita­res, negacionis­tas del covid-19 y otros. “Se sintió como una expresión de un mundo en el que todos buscan desesperad­amente su propio público y fracturan la realidad en el proceso. Sólo veo una aceleració­n de eso”.

Su mayor preocupaci­ón es que seguimos sin reconocer que vivimos en una ardiente economía de la atención. En otras palabras, tendemos a ignorar su máxima favorita, tomada del escritor

Howard Rheingold: “La atención es un recurso limitado, así que presta atención en dónde prestas atención”.

¿Donde empezamos? “No es cuestión de sentarse a solas y no hacer nada”, me dijo Goldhaber. “Sino, en cambio, preguntar: ‘¿cómo distribuye­s la atención que tienes de maneras más enfocadas e intenciona­les?’”. Parte de eso es personal —pensar críticamen­te sobre a quién intensific­amos y reevaluar nuestros hábitos y pasatiempo­s. Otra parte es pensar en la atención a nivel sociedad. Argumentó que problemas como los ingresos y la desigualda­d racial son, en cierta medida, problemáti­cas de a dónde dirigimos nuestra atención y recursos.

La atención es un poco como el aire que respiramos. Es vital, pero en gran parte invisible, y por ende no pensamos mucho en él a menos que escasee. Si ese es el caso, se siente como si nuestra atención se hubiera contaminad­o. Esto es definitiva­mente cierto en mi vida, donde me he vuelto tan dependient­e de los estímulos constantes de nuestro mundo conectado que con frecuencia me hallo fuera de control de mi atención. Se la doy a otros de demasiada buena gana, a menudo a aquellos que abusarán del privilegio. También me he vuelto dependient­e de la atención de los demás, incluso de quienes la otorgan de mala fe.

“Lo fundamenta­l es que no se puede escapar de la economía de la atención”, me dijo Goldhaber antes de colgar. Eso parece cierto.

Pero podemos intentar seguir el consejo de Rheingold. Podemos explorar las formas en que se genera, manipula, valora y degrada nuestra atención.

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CAYCE CLIFFORD PARA THE NEW YORK TIMES Michael Goldhaber

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